sábado, 18 de noviembre de 2023

Tu aliento vas a proteger

 












El Colectivo Juguetes Perdidos presentó los tres libros publicados en el 2023: “Implosión. Apuntes sobre la cuestión social en la precariedad”, “Rima pa los compas. Rap / conurbano / memoria” y “Saldo negativo. Crónicas del Conurbano 2013-2023”. Además de las palabras de los autores Leandro Barttolotta, Ignacio Gago y Gonzalo Sarrais Alier, la charla contó con las intervenciones de Diego Genoud, Verónica Gago, Ignacio Portela y Mauricio Polchi. A continuación, la transcripción de la presentación que se realizó el 17 de noviembre de 2023 en CaZona de Flores, en la víspera de la elección que llevaría dos días después a la presidencia a Javier Milei.


Ignacio Gago:

Son tres libros escritos en tonos diferentes: cada uno con formas de producción distintas pero que responden a una máquina de investigación, que es Juguetes Perdidos, y a esta apuesta por intervenir, por abrir la pregunta sobre qué es escuchar, qué es leer lo social.

Y lo hacemos probando distintos lenguajes, mezclando campos diversos, saliendo de los guetos para no hablar siempre entre nosotros, haciendo alianzas con distintos sectores y movidas. Hemos hecho en estos 15 años alianzas insólitas y otras no tanto. Tenemos derrotas y fracasos políticos también.

No solo escribimos libros, no es solo la alianza con pibes y pibas: también con trabajadores sociales, vecinos, militantes, instituciones. Estos tres libros son producto de todo ese recorrido.

Y nos interesa hacer este aporte sobre todo en momentos como estos en que las cosas se picantean y está la pulsión de querer comprender todo de golpe.

Acá van a encontrar una temporalidad de mirada y de escucha un poco más larga, evitando la trampa de querer comprender todo de cero o hablando el lenguaje de la obviedad y de la época.

Cuando las papas queman es fácil caer en etiquetas, en diagnósticos. Estos libros no son eso ni fotos de cómo está lo social hoy. Son una cartografía y un registro de procesos.

Son investigaciones que cristalizan en libros, pero para nosotros los libros nunca son el final de nada, sino que son parte de esta máquina. Con los libros empiezan cosas, están abiertos, no quieren explicarlo todo. Por eso decimos que son para el karaoke: están hechos para agarrar, intervenir, continuar. Los libros son una excusa, no queremos fetichizar tanto en la escritura sino tenerla como excusa de intervención.

La pregunta central es cómo escuchar lo social, cualquiera sea el registro (ensayo, crónica, apunte). Compartimos estas investigaciones, pero no nos compramos el rol de investigadores ni mucho menos académicos. Está más vinculado a una apuesta, por lo general a pulmón, sin financiamiento, tracción a sangre.

 

Leandro Barttolotta:

Son libros en movimiento. Hay un ciclo que va de la producción a la circulación, de ahí vuelven las preguntas que a su vez reabren el ciclo de producción.

Más allá de la singularidad de cada libro, del tono, del enfoque, del lugar de enunciación, del género, intentamos que haya una producción de una sensibilidad en común.

No son menores estos 15 años de autogestión: pesan en el cuerpo, en los tendones, en la sangre. ¿A qué institución le robás tiempo para poder producir?

Hay una condición de época que es pensar mucho cómo se lee, desde qué condiciones. Se piensa menos cómo se escribe, quién, en qué condiciones. A veces conquistarse un tiempo de escritura en un calendario ajustado implica tener que lidiar con el prestamista de tiempo biológico, que es el más feroz de todos, porque en algún momento te cobra los vueltos.

Siempre tenemos la pregunta íntima de quién nos lee, para quién escribimos, qué repercusiones tiene, cuál es el eco.

En estos 15 años está muy presente qué implica una cartografía o una sociología anímica de las mayorías populares con todas las transformaciones, con todo lo que sucedió en términos del ajuste, de la inflación como guerra contra esas vidas.

Con respecto a eso, hay un recuerdo inevitable de 2019, cuando sacamos el libro La sociedad ajustada y uno de los efectos fue que parecía que mencionábamos algo que no había que decir. La sociedad ajustada era el pasado y empezaba una etapa nueva. Pero el libro trata sobre qué sociedad había dejado el macrismo, qué mutaciones había, qué preguntas quedaban, cómo seguir investigando esa genealogía de la precariedad argentina. Entonces sentimos que no se había leído por anacrónico, por extemporáneo. Estos tres libros continúan esa línea de transformaciones, que muchas veces son ruidosas o tienden al régimen de obviedad, pero a veces son silenciosas e implican otro tipo de escucha, una apuesta a otro tipo de lenguaje, otro modo de acercarse.

Si te acercás con expectativas y con cierto tipo de lenguaje un poco torpe (como el del diagnóstico), a veces arruinás y no podés escuchar eso que susurra y viene con una pregunta inquietante, que te saca de los lugares comunes.

 

Gonzalo Sarrais Alier

Comparto algunas variables para pensar estos tres libros que son una estrategia colectiva:

La cartografía de estos libros tiene un diálogo con la gobernabilidad. Hacer una cartografía es intervenir sobre los territorios. Y una sociedad ajustada está a su vez más movilizada, en movimiento para agarrar más laburos, gestionando más cosas. A nosotros también nos pasa en nuestras vidas, mientras las vidas populares que investigamos se mueven, cambian. Cualquier dispositivo que uno piensa territorialmente, cuando llega ya funciona diferente.

Pensamos los libros en esa ecuación: cartografía e intervención concreta de la realidad. Son tres libros que mapean un pulso social y nos preguntamos cómo pueden llegar a ser herramientas para una política.

Nosotros pasamos por el borde o fuimos trabajadores de algún dispositivo y nuestros mapeos se encuentran con fronteras todo el tiempo para llegar a diagnósticos públicos o militantes. La vida en la precariedad totalitaria genera fronteras todo el tiempo.

Estos tres libros buscan conectar esas experiencias, esas fuerzas sociales con otras. Y en ese aspecto hay mucho de derrota.

A la escritura le cuesta llegar al tono de lo que está pasando y que sea transmisible.

Los tres libros buscan conectar el hecho de qué es investigar hoy políticas concretas. No son libros para percibir mejor lo que está pasando en el conurbano o con los jóvenes. Con la cartografía uno se encuentra con fronteras y ahí se da cuenta que hace falta investigar más lo social.

Se puede pensar estas tres publicaciones con dos variables: la temporalidad y la espacialidad. Para cartografiar hay que moverse y hay que estar lo más conectado posible a ese continuo vital. ¿Cómo hacer eso sin estar cansado o quemado para poder escribir informaciones para pensar cómo estamos viviendo?

 

Diego Genoud:

Sigo los textos de Juguetes Perdidos, con quienes coincido mucho. Cada vez soy menos permeable a contenidos que en teoría hablan de nosotros los buenos que estamos en contra de los malos, los fachos, el autoritarismo, la derecha. No me siento convocado por esos discursos progresistas aunque mal podría decir que no lo soy.

En Implosión hay un trabajo (lo cual es un montón), una búsqueda, una indagación, un lenguaje que me seduce, hecho de muchas cosas que hace que me resuene de otra manera.



Tienen un gran esfuerzo militante y una escucha que no oye solo lo que quiere escuchar. Escapar del algoritmo de nuestra conciencia progresista, de nuestras taras, de nuestros miedos, de vivir a la defensiva, de vivir siempre tratando de evitar lo peor.

Esto va por otro lado y tiene más que ver con nuestro deseo de tener un diagnóstico lo más preciso posible de cuál es esa realidad que se nos escapa, muchas veces por nuestra posición privilegiada de clase media o intelectual.

Estamos lejos de eso con lo que queremos empatizar. Pensamos que esa gente que vive en la base de esa sociedad ajustada, que es la que sufre la guerra inflacionaria, piensa como piensan los progresistas.

Acomodamos todo el tiempo el discurso de los sectores populares a una elite que habla en nombre de los buenos. Y puede haber una buena conciencia, pero vive en otro mundo y tiene miedo de expresar el malestar y barre bajo la alfombra.

El trabajo de Juguetes Perdidos va por otro lado.

En cuanto al fracaso que mencionaban, es así: el cuero cada vez más duro y viéndose fracasar en las alianzas, en las apuestas, en las energías, pero es lo que vale la pena, lo único real.

En el prólogo de Implosión cuentan que es una idea que vienen trabajando hace diez años. Yo, que vengo muy metido en los nombres propios de la política televisada pero hago inmersiones en otros mundos, pensaba en esa década, que es el tiempo que el kirchnerismo viene dando síntomas de agotamiento. Y de repente aparece Milei o la ultraderecha y pienso que hace diez años que nos hacemos los boludos.

Por eso destaco todo trabajo que dé cuenta de esa precariedad, de esa implosión como revés del estallido, como estrés que vive cada uno como puede.

De repente vemos que la democracia está en peligro, pero decirlo no da cuenta del retroceso como política. ¿Cuál sería la política que nos unifica? El retroceso. El costo de soportar, de bancar algo agotado sin poder imaginar otra cosa, tiene un efecto radioactivo en el cuerpo.

No podemos dar cuenta del malestar. Viene el fascismo y da cuenta del malestar mejor que el progresismo, ¿cómo es posible?

Este libro es una cartografía de lo que pasa en la base social, pero tiene un correlato con la superestructura. Y el progresismo está en el poder, es una forma de poder que a veces no puede dar cuenta del drama en el que estamos inmersos.

Cuando uno defiende una democracia vacía que incumplió todas sus promesas, un Estado lleno de dificultades (al que creo que hay que defender), o una política que no tiene nada que ver con las necesidades de las mayorías, nos estamos cavando la propia fosa.

El libro es un insumo vital actual para mirar esa sociedad y mirarnos entre nosotros. ¿Por qué no podemos dar cuenta de esta sociedad ajustada, precaria, en guerra inflacionaria, que es la guerra del poder contra los sectores bajos?

Implosión es una invitación a un sinceramiento en base a un trabajo de indagación. No es un pensamiento desde la silla, sino que va a buscar, que cuando llegaste ya cambió, que implica un gran esfuerzo.

 

Ignacio Portela:

El formato libro existe. Saldo negativo lo demuestra: esas crónicas quizás podrían estar en otro formato (radio o tele), pero no sé cómo funcionarían. Leandro se mete con las laburantes de salones de fiestas infantiles, en una carbonería, sigue a un youtuber del conurbano, habla con los policías (“los pitufos azules”). No le veía otro formato que no sea el libro. A principios de los 90 Fabián Polosecki hizo un registro de estos “seres anónimos” que atravesamos todo el tiempo, desde el lugar de ir a escuchar. Y uno de los éxitos de las crónicas de Leandro es que va y escucha, no baja línea, no pregunta para sostener una idea previa. Hace un registro, una fotografía del momento que arroja datos de un momento histórico (como el principio inflacionario de 2013 que hoy suena a chiste).

Al libro uno lo agarra, se lo lleva a viajar en tren, lo regala, lo pispea antes de dormir. El formato tiene vigencia. Y estas crónicas tienen el tiempo necesario para salir de la coyuntura. Hay una realidad que cambió en estos diez años de manera increíble. No hace falta que aparezcan nombres de políticos. Aparecen historias, vidas, profesiones. Y con eso alcanza para saber de qué época se trata.



Es un libro que sirve para discutir, para conocer. Y lo hace desde su lugar, desde un conurbano que no visita, sino que habita. Escribe desde un lugar donde lo extraordinario es lo cotidiano. Hay discusiones muy genuinas sobre lo que le pasa a la gente. No mete el discurso para querer contar la vida de los demás o lo que nosotros queremos contar.

Leandro no es un cronista que te cuenta cómo es la vida del conurbano, sino que te acompaña de la mano a mirar qué pasa, qué percibe, qué le cuentan, qué recuerda.

El libro es una invitación a repensar la última década, los cambios, qué es lo popular, qué discusiones nos sorprendieron, pero estaban latentes.

 


Mauricio Polchi:

Siguiendo con las transformaciones de los territorios, Gonzalo llegó al barrio con la intención de armar una revista, un taller de escritura y terminó grabando videoclips de rap. Esa es la dinámica del barrio y también de los laburantes sociales, los talleristas. Es lo que no se aprende en ningún centro de estudios.



Rima pa los compas es un libro vital para todo el que quiera formarse en este oficio, en estas batallas que damos cuando nos metemos en las barriadas a interactuar con la comunidad. También para entender cómo desde esas intenciones buenas y saludables podemos romper las fronteras.

Imaginemos lo que son esas fronteras en esos barrios del conurbano bonaerense para pibes que quieren hacer rap y encuentran infinitas dificultades desde que nacieron. Esto abre un debate sobre la meritocracia también.

El libro hace mención al Halabalusa, una competencia de freestyle histórica. Justamente ayer Bizarrap ganó un Premio Grammy y dedicó el premio al Quinto Escalón y al Halabalusa. Lo menciono para ver cómo un pibe que visitaba esos territorios, que curtía esa onda en el mismo período, ayer ganaba un premio internacional al lado de las figuras más grande de la industria, mientras los pibes que aparecen en el libro hacen zanjas en los barrios. Esto lo podemos ver gracias al laburo del libro.

El libro me atrapó porque yo soy, nací, me crié, me curtí en el conurbano, en Isidro Casanova. El libro es más del Sur y describe muy bien esa vida, esas cotidianeidades que van desde compartir un asado con las familias de los pibes a toparse con situaciones hostiles. Que el rumor del barrio te involucre en algún conflicto y cómo uno va sobrellevando esas vivencias, conviviendo con ellas.

El libro es mucho más que una experiencia de un taller de rap o una cartografía de grupos del conurbano. Va mucho más profundo sobre las vidas de esos pibes, las dificultades, las familias complicadas, la baja inserción en el mundo laboral, las fronteras para desarrollar sus ideas y sueños, son barreras que no pueden sobrellevar.

Rima tendría que ser un libro presente en la formación, porque te da detalles de todas las trabas burocráticas que tenés para conseguir recursos, las trampas del Estado, los engaños de las autoridades, cómo convivir con los sueños de un pibe que anhela que llegue la cámara que le prometió el funcionario de turno y pasan los meses. ¿Cómo sostenés un sueño que se cae, se deteriora, se rompe?

 

Verónica Gago:

Soy admiradora del trabajo de Juguetes Perdidos desde hace muchos años. Quiero comentar en particular algunos ejes de Implosión, que es súper oportuno. Lo vienen trabajando desde hace años pero también es hiper coyuntural. Interviene en la coyuntura y a la vez muestra un hilo de pensamiento e investigación que tiene mucho detrás y arrastra mucha práctica y reflexión.

Me parece que el trabajo de Juguetes Perdidos es de sociólogos de la universidad pública que han optado por seguir siendo sociólogos siendo trabajadores y no investigadores académicos. No dejan de lado la sociología, que es evidente que les interesa (hay un diálogo permanente con sociólogxs), pero a la vez no es sinónimo de academia. Esa tensión es interesante y se nota en la práctica misma de la investigación y la escritura.

Esto les permite un tipo de interioridad con uno de los conceptos que más han trabajado: la precariedad. Desde su propia historia e inserción en trabajos, en vínculos, en instituciones, la cuestión de la precariedad es un registro personal. No es de pura exterioridad.

Condición de posibilidad de ciertos modos de vida, espacio común compartido hoy en la ciudad y, a la vez, autorreflexión sobre sus propias trayectorias vitales de investigación y lectura.

Esto hace a la precariedad mucho más rica que si decimos “vamos a investigar en el marco de la precariedad o de la precariedad de otrxs”.

El otro punto que quiero remarcar es el de la cuestión social. Hay una referencia muy interesante de la investigadora Hilda Sábato que dice: “El nombre de la cuestión social en Argentina surge a principios del siglo XX como un problema de razón de Estado”. Esto tiene que ver con cómo nombrar de manera oblicua el problema del movimiento obrero anarquista. Es un concepto que surge de una preocupación de orden y control en un momento de consolidación del Estado y de una manera de tratar de ordenar ese sujeto rebelde.

Toda esta dimensión de la cuestión social ha sido una suerte de narración de la descomposición del sujeto obrero. Desafiliación, desciudadanización, desalarización. Siempre por el lado de la negatividad de cómo se ha ido desarmando ese sujeto obrero que alguna vez fue una preocupación de razón de Estado.

En el trabajo de Juguetes Perdidos hay un desplazamiento. No se ocupan de la dimensión de razón de Estado ni de una suerte de nostalgia de cómo eso desarmó, sino que están tratando de entender la cuestión social (también en términos sociológicos), pero desde un punto de vista de cómo eso produce hoy una fenomenología de lo que vibra, lo que susurra, lo que persiste.

Tienen conceptos muy interesantes sobre una suerte de vitalidad oscura, de un intento de progreso que busca hacer vidas mejores en condiciones muy críticas. Dan vuelta la cuestión social, lo cual es fundamental.

Fuera de esa preocupación del orden, aparece la cuestión de lo anímico. La materialidad de lo anímico como parte fundamental de lo que entendemos hoy como subjetividades políticas: el cansancio, el miedo. Distintas maneras de hacer una sociología anímica de lo que hoy ellos llaman vidas ultraprecarizadas. Y esto pone una dimensión sensible a la investigación, esa especie de dedicación en la escucha: es un libro súper sonoro. Sobre qué es escuchar y también sobre lo que no se escucha cuando se escucha. No se trata de agudizar la percepción, sino más bien de qué se escucha y cómo esa escucha está obliterando otras que no escuchamos.

Sobre el concepto de implosión, tan debatido y ajustado en el último tiempo a caracterizar el des ocultamiento de la violencia: en los últimos años hubo en distintos espacios, vínculos y territorios un fin de la mediación que permitía gestionar más o menos esas violencias. Hay un des ocultamiento de las violencias radical y eso permite otra geometría para pensar cómo aparecen esas violencias.

La dimensión de implosión es un reconocimiento de esas violencias escuchándose, haciéndose oír y, a la vez, tratando de producir otra geografía. En ese sentido el libro responde muy bien a una pregunta que anda dando vueltas hace mucho tiempo, que es ¿por qué la sociedad argentina no estalla como lo supo hacer en 2001 o en otros momentos?

Esa idea de estallido, tan importante en el estudio de los movimientos sociales, de la protesta popular, supone toda una geometría, todo un modo de la protesta, una forma de leer lo que se enuncia como político, que en la dimensión de la implosión requiere pensar todo de nuevo. Y responder al por qué no estalla con “está implosionando de distintas maneras”. Como dicen ellos: eso que suena es la sociedad implosionando. Lo que el libro pregunta es por qué eso no lo estamos pudiendo escuchar. Se corre de la idea de estallido más reconocible.

Además creo que ellos tienen un relación amor-odio con el estallido de 2001, que sirve de pared con la que discutir. En este libro pasa a ser una referencia subterránea y más bien hay una especie de presentismo con la dimensión de implosión. ¿Por qué no estalla? Es reemplazada por ¿cómo está implosionando? Es un pasaje muy importante.

Para terminar, decir que se siente en los libros que son investigaciones en proceso. Por algunas pistas abiertas nos podemos imaginar una escritura en flujo (crónicas, investigaciones, apuntes) que ya está augurando futuras escrituras.

 

Leandro Barttolotta:

Cuando fue el comienzo de la cuarentena por el Covid recuerdo que empezaron los rumores de que en el conurbano había saqueos, que se pudría todo, que estallaba. Nuestra percepción era que no pasaba por ahí, más allá de saqueos menores y rumores. Lo que pasaba era otra cosa. Retomando lo que decía Vero, lo que estaba operando era un punto de vista de Estado encarnado en cierto sistema de expectativas militantes de que se venía el caos, el estallido. Había una visión más de conurbano anómico que anímico. Esta diferencia de percepción, de escucha de lo que pasa siempre fue un tema para nosotros. En ese momento nos preguntábamos más por las fuerzas anímicas, por todo eso que se metía para adentro con la cuarentena, más que inmediatamente ir a buscar editoriales o cronistas del saqueo.

Nuestro lugar de enunciación generacional se inaugura en 2004, post Cromañón. Y un poco antes también, entre 2001 y 2004 son años que nos marcaron mucho a nivel subjetivo, biográfico, laboral, de inserción en la sociedad adulta.

No quiero dejar de mencionar una escena fresca, reciente: en un aula un pibito contaba que atendía un kiosco y escuchaba a los clientes tirando la bronca y él no decía nada. Así todos los días tragándose todo. Ese pibe es un votante de Milei. Son pibes que no se pensaron como pibes, no se los piensa como laburantes y ahora se los quiere pensar como votantes.

Yo subrayé dos palabras del pibe: atender y silencio. Nada de sonrisa obligada por el patrón. Atender y silencio, seguir en la suya. Y así continuó: fue al cuarto oscuro, votó y nos atendió a todos.

Antes de escuchar qué hay detrás de esos umbrales de silencios, susurros o balbuceos, tendemos inmediatamente a bajar línea. En cambio podemos ver qué hay detrás, qué niveles de sufrimiento y drama popular están detrás de ese silencio.

Nosotros siempre intentamos partir del conurbano bonaerense o del país popular, de ver qué pasaba con el ajuste y desde ahí ir pensando la región y el mundo. Pero siempre buscamos partir del lugar concreto, de la escena de este pibe en el kiosco. Desde ya que luego se conecta con agendas globales, con discursos de ultraderecha y hacen máquina.

Lo que está en riesgo es la escucha sutil, artesanal de los dramas populares. Son cada vez más inaudibles, están cada vez más sumergidos detrás de otros lenguajes, expectativas, agendas, riesgos y amenazas.

La victoria de Milei puede ser un organizador estatal de todos esos pequeños terrores. Una máquina de gorra que toma el palacio. A su vez, expone toda la precariedad y propone habitarla únicamente desde la disputa, desde la violencia, desde el enfrentamiento. Puede intensificarse la belicosidad sin pensarse, se pueden dar por sentadas disputas en el mundo popular siempre presentes.

Cuando se pierde la realidad efectiva el problema es que dejan de verse las disputas, las jerarquías y las violencias al interior de ese mundo popular. Entonces te quedás en representaciones y aparecen pueblos imaginarios. Cada quién con su pueblo imaginario.

Nos parece que la economía de atención para esos dramas populares se ajustará también.

Por último, sin desconocer la sociedad argentina, sus sorpresas, enigmas y sus músculos de resistencia, sabemos que se va a intensificar lo social implosionado. Puede o no haber estallido, pero las réplicas van a intensificar lo social implosionado. Y en muchos casos ocurrirá sin la investigación concreta para entenderlo. Las réplicas vienen con un montón de oscuridades que hay que pensar: violencias inquietantes, letales, perturbadoras que están en los pliegues de lo social implosionado, en los rellenos de esos cables de alta tensión que no se sabe qué tienen adentro, fuerzas anímicas materiales de una sociedad cansada antes que derechizada.

¿Qué pasa que cada vez se matan más pibes, que andan cada vez más arruinados? ¿Qué pasa cada vez que tomás el tren, se interrumpe por accidente y resulta que es alguien que se tiró a las vías? ¿Y qué pasa con los insultos de los pasajeros al tipo que se mató porque interrumpió el trayecto? ¿Y qué pasa también con el cono de silencio, preocupación y angustia que se arma últimamente alrededor de esa situación? No es menor: de la crítica y el sigamos, de la hipermovilización a un silencio espeluznante.

Nuestra preocupación es que haya aún menos espacio en la economía de la atención pública para las vidas heridas. Hay una fenomenología de las vidas precarias que se va a interrumpir y de repente se pasará a cierto régimen de obviedad donde será muy difícil perforar ciertas capas para investigar la sociedad ajustada.


No hay comentarios: