Reflexiones y preguntas a partir de la muerte de Miguel
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Estamos conmovidos por la muerte de Miguel. Porque de nuevo la fiesta deviene horror y otra vez el nombre de pila de uno de los nuestros ingresa a la memoria generacional del dolor.
Pero como en otras situaciones de angustia y tristeza deseamos –necesitamos- movernos de ese estado de parálisis y perplejidad. Un gesto de pura voluntad para arrojar algunas preguntas e inquietudes. Nuevamente una muerte empuja a escribir desde su afectación. ¿Cómo escribir?, ¿Cómo encarar preguntas urgentes y vitales?, ¿Cómo pararse frente a una situación compleja y espinosa, de esas que no se resuelven con un eslogan convocante, de esas que presentan más grises y ambigüedad que certezas y nítidos antagonismos?
La intención es decir algo en los intersticios entre el dolor y los imperativos, en ese hueco que hay que armar a los empujones. Es un umbral de escritura y de intervención cargado de riesgo y de dificultad. Hay una intención clara: proteger nuestras fiestas y nuestras movidas. No dejar que el dolor por lo sucedido tiña todo de mierda. Una vez más: politizar el dolor.
La muerte de Miguel dejó tristeza e impotencia; colocó grandes signos de interrogación sobre nuestras cabezas y reactivó otros que dan vueltas entre nosotros desde hace años. Entonces, recalculando… y a cortar la lógica de la indiferencia o del “The show must go on”.
Queremos abrir un diálogo, detenernos en lo abierto estos días, pero en aquello abierto por nosotros mismos, por los mismos de siempre, las bandas, los miles y miles que somos parte del rock. (No nos interesa discutir aquí con las voces –periodistas de rock, comentadores, opinólogos, críticos- que de afuera siempre tienen mierda para tirar, los que parecen tener escritas sus diatribas contra el rock no ilustrado y que sólo van cambiando el encabezado de sus notas según el acontecimiento del día). Estallaron las redes sociales, los comentarios en Internet, las charlas en los grupos de amigos… Todo entró en suspenso ante lo de Miguel. Y lo que se discute, más allá de la bengala y el cacheo, lo que se discute como camuflado en ese tema, es nuestro rock. Es nuestro espacio, nuestra forma de vida, nuestros puntos de encuentro, nuestras formas de vivir la música, la amistad, llenar un estadio, un lugar, un barrio, divertirse, tener una experiencia.
Todo eso es lo que entró en suspenso.
Pero no solo hubo palabras y discursos, también hubo silencio. Un silencio potente que dice mucho. Un silencio que quizás pretende proteger y cuidar algo en medio del ruido mediático (el ruido de noticieros, panelistas de TV, diarios, comentarios en la web y redes sociales…). Intentemos también pensar sobre ese silencio, montarnos sobre él, no interrumpirlo ni temerle. Sólo murmurar. Reflexionar respetándolo.