viernes, 30 de diciembre de 2011

¿Quién lleva la gorra hoy? (Capítulo 1)







Donde hay dolor, habrá canciones...

A 7 de Cromañón...

Las muertes que arrastraron una forma de estar juntos, aquellas que se llevaron vidas que estaban llenas de amigos, de barrios, de apuestas y gestos colectivos, merecen ser nombradas y recordadas también colectivamente.

¿Cómo mantener latente un pedido de justicia, pero una justicia que, infinita, sea expresión de nuestras formas de vivir y recordar, de nuestros rituales ante el dolor, de nuestros recorridos, cuerpos, imágenes, alegrías… una justicia propia (no únicamente judicial y reparatoria) en donde resuenen todas nuestras canciones…?

Nos llenamos de dolor cuando las muertes caen en la indiferencia social o sólo son toleradas y visibilizadas a través de la figura de la víctima. También cuando en los actos y reclamos públicos de justicia y de memoria no aparecen –o no participan- otros nosotros: los otros cientos que estábamos en Cromañón y los que no estábamos ahí esa noche, los amigos de los que fueron, los amigos de los amigos…

¿Pero, por qué no nos encontramos en esos homenajes…? ¿Por qué no nos vemos todos allí? ¿Por qué la maquinaria del reclamo y del recuerdo queda atrapada en imágenes, palabras y rituales que nos son ajenos?

¿Y por qué, por fin, no inventamos nuestras propias formas del recuerdo, de la memoria, del reclamo o la visibilidad social de la tragedia?.

martes, 13 de diciembre de 2011

Presentamos Por Atrevidos

Este Jueves 15 de diciembre a las 19 hs presentaremos - en el marco de la jornada realizada en la Cazona de Flores a 10 años del 2001- nuestro primer libro -Por Atrevidos - que compila los escritos en el agite que venimos haciendo hace un par de años desde el Colectivo Juguetes Perdidos. Acá abajo le dejamos la invitación a la jornada. Los esperamos.


MAPA DEL DELIRIO
(en el país de los DDHH)

El jueves 15 de diciembre, a partir de las 19 hs y hasta que se apaguen las brazas de la parrilla, vamos a construir, en vivo, en directo y con todo aquel que se acerque, una instalación sobre el accionar represiva durante los últimos diez años en nuestra ciudad.

En el marco de las jornadas A diez años de 2001, el salón principal de la vieja Cazona de Flores (Morón 2453) será convertido en una maqueta gigante del conurbano y la capital.


En el piso y las paredes se instalarán todo tipo de materiales (información, sonidos, imágenes, ideas, luces, audiovisuales) para dar cuenta de un conjunto de muertes acontecidas entre el 2001 y el 2011, producto de la violencia estatal y civil. Algunas de esos asesinatos tuvieron amplia difusión y alteraron la realidad social. Otros apenas fueron audibles, apenas fueron visibles. ¿Por qué tanta diferencia? ¿Qué cuerpos, según cuales coordenadas temporales, en qué territorios?
Sobre esta primera capa simbólica, intentaremos un diagrama del movimiento de las fuerzas de seguridad en los últimos meses, para comprender a quién se pretende cuidar y qué zonas son identificadas como peligrosas. Tendremos en cuenta a las policías tradicionales (federal y bonaerense), a las empresas de seguridad privada y a los nuevos grupos destinados al control urbano: gendarmería, prefectura, metropolitana, y siguen las fuerzas…

Guillermo Mamani Decir que la década comienza en el 2001 es el punto de partida de estas jornadas, pero no por ello se trata de algo evidente u obvio. Proponemos, de hecho, comenzar este recorrido en enero de ese año y no el 19 y 20 de diciembre, como habitualmente se hace. El 10 de enero Marcelina Meneses y su hijo Josuá fueron arrojados a las vías del tren por un grupo de obreros que la acusaron de sacarles el trabajo a los argentinos. La mayoría de nosotros nos enteramos de esta historia hace muy poco, mientras preparábamos este Mapa del Delirio Represivo, gracias a Guillermo Mamani, director del periódico Renacer, desde donde siguieron el caso a lo largo de estos años. La pregunta que nos hacemos y que quisiéramos formularle a él, para compartir entre todos, es por qué hay muertes que se tornan públicas, que interpelan y conmueven a la sociedad, que son escuchadas por la justicia; y hay otras muertes que no repercuten, que quedan encajonadas en un cono de silencio, y que parecieran no afectar a las mayorías. Y sobre todo, ¿cómo se desarma este mecanismo de invisibilización?

Los organismos de Derechos Humanos y los dos gobiernos kirchneristas establecieron durante la última década una sólida alianza. Vale la pena señalar tres avances significativos en la materia: la reapertura de los juicios contra los genocidas, el establecimiento de una versión histórica claramente favorable a las víctimas y los luchadores del pasado, y la voluntad del estado nacional de no reprimir la protesta social en el presente. Sin embargo, y al mismo tiempo, sentimos que la potencia política de los Derechos Humanos se ha agotado. Las dinámicas represivas que recaen sobre los migrantes, los jóvenes de las periferias y las poblaciones pobres, no logran ser eficazmente nombradas por el discurso de los Derechos y las articulaciones institucionales creadas para garantizarlos. Los violentos ataques contra la naturaleza y los bienes comunes, para satisfacer el consumismo humano, ni siquiera son problematizados.

A prudente distancia del ánimo festivo que exuda buena parte de la militancia y la intelectualidad progresista; lejos de la acusación fácil que denuncia traiciones y cooptación por todos lados; nos preguntamos qué modos de intervención y qué lenguajes tienen la capacidad de politizar, aquí y ahora, las nuevas injusticias y atropellos.

Las fuerzas de seguridad ya no son lo que eran. Tanto más polimorfas. Tanto más complejas. ¿Será que el Estado ya no detenta el monopolio de la violencia? ¿O será que mutó a otras formas menos concentradas, más dispersas? En un mismo territorio conviven múltiples modos de patrullaje. Un trazado de fronteras superpuestas sobre una cartografía ad hoc. Puntos de intervención local que en su conexión componen cierta estrategia global de seguridad. Policías federales, metropolitanas y hasta policías comunitarias. Prefectura, Gendarmería, empresas privadas, patotas a sueldo, incluso mesas y foros vecinales. Al don al don pirulero, cada cual atiende su juego. Cada una ejerciendo su propio ajusto de cuentas. Cada una entrenada en el combate contra tales o cuales formas de vida intolerables. Pero, ¿qué es lo intolerable que hay en ellas? ¿Cuál es la relación entre nuestros modos de ser, de transitar, de hablar, de vestir, de comer y la actual diversidad de puntillosas formas de vigilancia? ¿Será posible trazar una línea nítida que demarque dónde termina el control y dónde empieza el cuidado?

Camilo Blajaquis. Donato, un pibe del barrio Carlos Gardel, fue asesinado por la policía hace unos pocos meses. Había salido a robar, lo cruzaron los botones, lo persiguieron hasta la entrada de la villa y lo llenaron de balazos. César, su amigo de la infancia, le avisó a la gente de ¿Todo Piola? Él quería compartir su dolor, ellos le propusieron hacer bardo, ir a los medios, meter la denuncia, agitar en el barrio. Pero César contestó: “no es posible, ¿quién va a preocuparse por los derechos de un pibe chorro?”. Hace apenas unos días, el Camilo Blajaquis que hay en César, publicó su segundo libro de poemas, titulado Crónica de una libertad condicional. En la dedicatoria leemos: “para Donato y todos los pibes que mató la sociedad”. ¿Es este género de recordatorios una forma de justicia posible y efectiva? ¿Qué tipo de cinismo e hipocresía es la que impide proteger la vida de jóvenes como Donato?

Colectivo Juguetes Perdidos
De Cromañon a Rubén Carballo o a los pibes asesinados en Bariloche, muertes que arrastran formas de vida y modos de estar-juntos. Muertes que caen en la indiferencia social o que son toleradas y visibilizadas a través de la figura de la víctima. Padres y madres reclaman públicamente justicia…¿Qué sería exigir justicia frente a estas muertes?, ¿Cómo evitar que los pedidos de justicia mueran en las retoricas del derecho?, ¿Por qué no nos sentimos cómodos con las imágenes de justicia que circulan en la sociedad (únicamente en clave reparatoria)?, ¿Qué imágenes de justicia podemos crear que sean fieles a los modos de vida de los muertos?, ¿Politizar estas muertes que aparecen como no-políticas es hacer justicia?, ¿Cómo y qué sería ir más allá del reconocimiento y la visibilización de las “vidas que no importan”?, ¿Por qué en los reclamos públicos de justicia aparecen los familiares y no aparecen –o no participan…- otros nosotros?, ¿Cómo politizar el dolor y la perplejidad ante estas muertes desfondando la figura de la víctima..?, ¿Qué sería exigir justicia en nombre de los atrevidos?....

Diez años de 2001
Jueves 15 de diciembre
Desde las 19 hs
En la Cazona de Flores - Morón 2453

Invitan: Colectivo Juguetes Perdidos, Colectivo ¿Todo Piola?, No damos cátedra, Colectivo Situaciones / Editorial Tinta Limón, Simbiosis Cultural / Editorial Retazos, CFP 24, Raíces al viento.