La
complicidad de los inocentes.
Precariedad, (in) comodidades y
adhesiones.
Que somos combustible de este presente,
que nuestros cuerpos (sus fuerzas, sus deseos, sus movimientos) sostienen las
estructuras precarias de la actualidad, es algo que se nos planta día a día, y
a veces en acontecimientos trágicos que lo muestran con ferocidad. Mucho hemos
hablado de esta realidad que nos tiene como protagonistas: de aquellos saberes
y prácticas que son sangre y carne de cañón de las estructuras y superficies
frágiles de la ciudad, de los laburos, de los espacios sociales; y también de
todos sus subsuelos... Toda una geografía que es contracara de la “felicidad
pública”, de las imágenes del consumidor potente sujeto de la reactivación
económica. ¿Cómo concebir la seguridad (sus discursos, sus imágenes, sus
instituciones) sin la criminalización y las muertes jóvenes por gatillos
fáciles?, ¿cómo pensar las mejoras en el mercado de trabajo formal sin la
precarización de los pibes y las pibas de los deliverys, los call centers,
las promociones, los locales de venta
de celulares o de ropa de un shopping?,
¿o el boom del mercado inmobiliario y
la construcción sin la pérdida de las vidas de los laburantes en las obras, las
ocupaciones de tierras que terminan mal, los desalojos y los mil quilombos en
torno a la vivienda?