lunes, 22 de agosto de 2011

Apuntes sobre criminalización / ¿Quién lleva la gorra hoy?


Vos llevás la marca de la gorra
… / y tocá, que te la vuelo ahora… (Malafama)

Una sociedad sólo le teme a una cosa: al diluvio… (Deleuze)


¿Cuántas imágenes encontramos en la cotidianidad de nuestros barrios en donde nos vamos poniendo la gorra? ¿Cómo es que está, tan al alcance de todos, el ponerse la gorra como modo de circulación del gobierno barrial?

Ponerse la gorra es una situación esporádica y cambiante. Ser protagonista está al alcance de todos, porque responde a un escenario social donde tenemos que armarnos un libreto sobre la seguridad, ante la multiplicación de los modos de gobiernos.

La acción de ponerse la gorra es un “hacerse cargo de la inseguridad”. Es ponerse como policía, encarnando ese poder soberano que ahora está disponible. Ponerse la gorra es el pasaje al acto de una sensibilidad fascista. Las cartas están echadas; el escenario, guerras sociales a escala barrial. (con un infierno en cada esquina y sin control…).

Es una sensibilidad: ¿Quién lleva la gorra hoy? La misma idea de ponerse la gorra dice por sí sola, que esa gorra esta a disposición de todos... Ya no hay nadie dueño de la gorra, nadie tiene a su sola disposición el poder de marcar el orden de la calle,  del como nos manejamos en el espacio público… Junto a este ponerse la gorra conviven otros poderes como el estatal-policial, o el transa, el del que la banca más, el del mercado, o el de los valores familiar-cristianos… Y no solo convive, sino que el engorrarse responde según la situación a cada uno de estos poderes… y claro, y siempre responde al miedo... Ponerse la gorra es una forma de regular los territorios a través de la violencia, y su singularidad es que los cuerpos en los que se encarna van mutando, y sus modos de operar también… un viejo que caga a tiros a los pibes que toman una birra en la puerta de casa… un par de vecinos que van con  la yuta a linchar a uno "que dicen que es" un pibe chorro… un pibe “cara de patovica” le enseña en el tren a "comportarse" con "buenos modales" a  un borracho malo o un paquero cachivache… unos pibes que le dan la espalda a los que viven pegados a su casa, porque son villeros… o cuando un grupo de vecinos dejan tirado a alguien que pide ayuda… o simplemente alguno que le metió un tiro a otro porque lo miro mal…

martes, 16 de agosto de 2011

Apuntes sobre criminalización / Represión gendarme en los barrios del conurbano

Compartimos algunos párrafos, a modo de crónica, y también de apuntes para seguir pensando y activando en torno a la criminalización, a qué pasa en las calles, en la noche, en los espacios que transitamos… La secuencia sobre la que gira el texto, sucedió hace poco en un barrio del sur del conurbano: aquí el relato de esos pibes y algunas puntas para seguir dándole vueltas al asunto…

Calles barriales nocturnas, bandas de pibes y pibas las recorren a pasos circenses, moviéndose entre risas ebrias. Pero la noche como destino festivo es clausurada, y es utilizada otra vez como terreno impune, se vuelve escenario predilecto para el patrullaje… para ponerse la gorra.

El típico andar clandestino de los bigotes azules, es acompañado con una razia llevada a cabo por los bigotes de verde que hacen relucir sus dientes. Cualquier pibe que pase por ahí entra dentro de lo peligroso… Todos, cara al suelo. (Después seguían los palazos a las rodillas para que nos caigamos).

Convivencia amiga entre los azules y los verdes… los verdes llaman a los azules para que se lleven a los mayores (todavía no cuentan con sus calabozos aunque ya se los están construyendo), luego continúan la función con los menores, y siguen los palazos y culatazos, violencia al cuerpo, y después viene el descanso: nos sacaron las gorritas y nos las cortaron a tijeretazos. Por último llegó el adiestramiento… después que nos revisaban en el suelo, nos sacaban la gorra y las zapatillas. La gorra la hacían mierda, y con las zapatillas nos empezaban a descansar… “devuélvanles las zapatillas a sus dueños” nos decían… Después nos decían que teníamos cinco segundos para ponernos las zapatillas y rajar… contaban hasta dos… y ya nos volvían a cagar a palazos para que caigamos.