Votamos con alegría –la extensión de ese Nosotros alegre es insondable, indeterminado y por eso potente. Han sido cuatro años brutales de engorramiento y endeudamiento, de movilización social y ´gubernamental´ de afectos oscuros y shock económico –y anímico- que arrasó ciudades y barrios, que dejó un campo social repleto de vidas heridas por el ‘ajuste de guerra’ (ese que mutiló las expectativas vitales de quienes se negaron a enfriarse y ´achicarse´).
Festejamos y respiramos porque sacamos a
´La Gorra Coronada´ del palacio, pero sabemos también que queda una pesada
herencia muy jodida con la que habrá que lidiar.
En la embriagada noche del domingo,
Cristina –artífice principal de la ‘unidad
hasta que duela’- volvió a deslizar una de las preguntas que más nos inquietó
durante todos estos años: ´¿qué pasó?´, ¿de qué modo pudieron gobernar estos
gatos blancos durante este tiempo?
Hay que leer los votos teniendo en cuenta la
materialidad de las formas de vidas, cómo se fueron reconfigurando hábitos,
afectos y energías sociales en los últimos años de ´crisis´ de la economía
(inflación, endeudamiento, desocupación) y de gorrudismo recagardo.
Una de las caras de esa materialidad es sin
lugar a dudas el ‘cansancio’. No se
puede pensar las elecciones sin la quemazón y los tanques anímicos casi vacíos
con los que se anda cotidianamente. Después de las PASO, y como parte de una
investigación permanente que venimos haciendo en diferentes lugares, decíamos sobre
ese suelo anímico y material que devino rechazo en las urnas a Cambiemos: “Las
mayorías cansadas tienen cada vez menos redes en donde recostarse y bajar(se)
del enloquecido loop de la vida mula
re-sentida. Ven sus ‘vidas desorganizadas’,
como dice Cristina; vidas expuestas a la aceleración y a la cotización de
vectores sociales sobrecargados que te hacen padecer un brutal e incontrolable
terror anímico. Vidas sobre las que se ‘ajustan’ –o se mutilan– redes
imprescindibles para la subsistencia vital y social y para conjurar la
precariedad totalitaria: trabajos, dinero, subsidios, ‘derechos’. Vidas
intranquilas y desesperadas: esa tonalidad afectiva es la que se percibe en la
serie de gestiones cotidianas que entristecen y extenúa al cuerpo (…) la
tonalidad afectiva de los barrios ajustados es el cansancio. Vidas aplacadas y
a la vez híper movilizadas, por todos los vectores sociales que se
intensificaron con la crisis hasta el enloquecimiento. Hay que gestionar una
vida con cada vez menos margen de tiempo, guita y combustible anímico. Las
deudas crecen y no se pueden pagar, las familias ampliadas, malregresadas o
hacinadas en las piezas que se copan y alojan, los laburos que escasean o
devoran cada vez más energía vital, la desocupación que es más ocupación de la cabeza
quemada e impotente por la falta de guita. (...) Es probable que las mayorías además de ‘con el
bolsillo’ voten desde ese estado de cansancio e intensidad oscura que las toma.
Es probable también que el ajuste feroz del macrismo haya implosionado la geografía
anímica de esas guerras cotidianas: las trincheras, las retaguardias; todo
recoveco para respirar se obturó y revienta cada vez más hacia ‘acá’. Guerras y cansancios de la
precariedad son afectos que desbordan el economicismo y que también son parte
–y complejizan– el casi cincuenta por ciento de FF”.
Se votó con alegría, se votó con
cansancio y una buena parte de la sociedad votó
también para reafirmar electoral y políticamente un gorrudismo cuya densidad social es indiscutible. Esas ‘fuerzas anti’ están vivas, siguen vivas,
han sustentado a la Gorra Coronada y se han retroalimentado pasando por ella:
esas fuerzas son la verdadera pesada herencia porque saben funcionar ´sin el
palacio´.
El acontecimiento electoral de agosto,
decíamos, no reseteó necesariamente a
la sociedad Argentina, es un error apurar lecturas e interpretaciones ´sobre
ideologizadas´ que al toque le imprimen un ´cambio de dirección´ abrupta (de
una sociedad ´derechizada´ que votó a Cambiemos en el 2015 a una sociedad que
gira a la ´izquierda´ y rechaza el neoliberalismo) tampoco ´lo electoral´ tiene
que borrar la investigación y la cartografía de las sensibilidades sociales y
los odios que parieron la gorra coronada. Percibir los nuevos odios es meterse
con las formas de vida y las guerras sociales actuales: relevar sus muertes,
sus violencias, las jerarquías que se establecen, así como las invenciones y
las resistencias. Se trata de registrar cómo se soporta hoy el trabajo
precarizado o la falta de changas o la desocupación (que más que ociosidad
forzada es tiempo intensamente ocupado en gestionar la cotidianidad), pero
también los quilombos familiares, la necesidad de consumo y el endeudamiento,
la violencia barrial, el desprestigio social, los malestares corporales
gratuitos, el viaje hacinado en trenes y bondis. Los ‘nuevos odios’, incubados en el campo de batalla de la precariedad,
parten de vidas heridas que no pueden ser leídas solo desde las nociones de
falsa conciencia, manipulación mediática, zonceras y fake news. Y mucho menos como gestos de derechización ‘ideológicos’.
No sólo del endeudamiento externo está hecha la “pesada herencia” con la que
habrá que lidiar; nuevos odios, familias ajustadas y endeudadas, gorrudismo
ambiente y barrios picantes, es el inestable fondo social sobre el que correrá
el próximo gobierno.
El economicismo torpe no explicó la
gobernabilidad del macrismo durante estos años ni tampoco su caída. Que con una
gestión desastrosa de la economía se vayan de la Casa Rosada con un porcentaje
electoral tan alto demuestra la vigencia de una de las hipótesis con las que
leímos estos años: “aún en un contexto de congelamiento de la economía y brutal
ajuste, el macrismo ha operado constantemente reemplazando dinero en el
bolsillo por gorrudismo en el corazón: la verdadera cláusula gatillo de estos
años parece haber sido la licencia para ejercer el microverdugueo y aplicar
jerarquías sobre los cuerpos que cargan con el odio social (las ‘mantenidas del
plan’, los pibes silvestres, vendedores ambulantes, laburantes precarios…). La
inflación a la que no se le ganó con las ‘paritarias callejeras’ y las
movilizaciones tuvo una compensación en un salario ‘anímico’ que deja hacer –y
descargar– a las fuerzas más oscuras que circulan por nuestra sociedad.”
La liturgia gorrera (´esa cultura gorruda´ que
llegó para instalarse), el salario anímico, los nuevos y viejos odios sociales,
la vida mula re-sentida (tan ajustada como vigorizada en estos años de alianza
entre derechizaciones vitales y
fierros estatales en manos de estos antitodo) diagraman un campo de juego que
permiten leer la materialidad en la que se despliegan las votaciones y evitar
así la recurrente perplejidad con la que se vivieron estos años. Asombro,
lecturas sobreideologizadas o emocionales: ´estados´ que hablan de una gran
pereza política y vital: la que se niega a problematizar percepciones y a
investigar realmente qué carajo ‘nos’
pasó.
Durante estos años, ante el avance que
significó el macrismo en cuanto ‘alianza
de clase’ que fundió fuerzas anti de
origen popular con las eternas y tradicionales fuerzas anti del país –de las clases propietarias y empresariales–,
apostamos políticamente por el ‘Aguante-Todo’.
Gesto, agenda y apuesta política que mantiene abierto e indeterminado ese ‘realismo del cansado’ y permite militar
y pensar el escenario cada vez más jodido que nos toca vivir. Un enunciado que
tiene la amplitud de ir desde la intimidad sufriente e inquieta que rechaza los
‘cierres de época’ y sigue insistiendo, a ese peronismo que continúa perdurando
como una opción vital para rechazar de a muchos y muchas la docilidad y la
sumisión ‘total’. Fibras históricas
que muestran la salud de una inoxidable pasión alegre, esa que nos moviliza
desde la dignidad, el agite, el desborde y la negritud (de formas de vida y no
solo de piel). Ese peronismo silvestrizado
que no agoniza –ni larga ni súbitamente: ´yerba silvestre nunca muere´ – y que
no hay que buscar solo en armados políticos y en identidades, que es antes que
nada ‘sensibilidad’ que rechaza y se
ofrece como fondo virtual para volar por el aire esos enunciados realistas
cuando se vuelven intolerables y asfixiantes: ‘no hay alternativa’, ‘no hay
atajos’, ‘es esto o el caos’. Ese peronismo silvestre que no es gesto pop o
culturalismo clasemediero está obligado por su historia a disputar la
precariedad totalitaria –y no únicamente “batallas culturales” o agendas
progres– que lastima a las vidas populares. Para los difíciles tiempos que ya
se están viviendo será central que se puedan leer esos mapas de nuevos odios
sociales, que se ausculte a esas multitudes cansadas y muleadas y que se quiera
‘gobernar con el aguante todo adentro’.
Un aguante todo que no solo ha servido
para alimentar el armado electoral (unidos y con una avalancha de votos en el
conurbano…) que sacó a estos gatos del palacio, sino que se continua en las
militancias y agites varios, que se juega en la vitalidad del ‘peronismo silvestre’, y que será híper
necesario para mantenerse alerta y pillos en el escenario complejo que se viene
profundizando, el de las implosiones sociales que llegaron hace rato y no paran
de crecer en intensidad y densidad.
“Todo parece pudrirse cada vez más acá y
esto incluye disputas cuerpo a cuerpo, violencias en los interiores estallados,
entre vecinos y vecinas, incluso cuerpo adentro. Todo se rompe y estalla hacia
un adentro cada vez más espeso e insondable. Implosiones –en muchos casos–
huérfanas de imágenes políticas y regaladas involuntariamente al gorrudismo
ambiente, al securitismo”, decíamos hace un tiempo, resaltando la necesidad y
la urgencia de conectar las agendas políticas y militantes “tradicionales”, con
una militancia en la implosión;
insistencias y agites varios que a pura prepotencia vital y organizativa saltan por el barrio, por una escuela,
por una sede comunitaria, por un espacio silvestre, etc.
Además de este plano de las implosiones
sociales intensificadas por la crisis económica vamos a asistir a una ´calle´ y
a una sociedad con gran belicosidad (por el ajuste acumulado, por las
´demandas´ sueltas que circulan –y que no se le reclamaron a Cambiemos, pero
que sí probablemente se lo haga al peronismo–, por la ´oposición a la
venezolana´ que también pretenderá mostrarse movilizada). Los sueños secos del neoalfonsinismo deberán esperar
para más adelante. Se vive una sociedad implosionada y picante, en la que se
dará el desplazamiento de ´la gorra coronada´ a una máquina de gorra (nombre de nuestro inminente próximo libro),
aceitada para funcionar entre las implosiones sociales y la precariedad, y
aumentada por todos los ´derechos´ y empoderamientos que acumuló en estos años
de respaldo estatal.
A esa máquina de gorra habrá que oponerle la fuerza política y social
del ´Aguante todo´, que no es ‘acuerdismo’ ciego, ni mera estrategia electoral,
sino un enunciado político y vital que, ‘por abajo’, puede ser el reverso
posible a ese complejo entramado de precariedad y gorrudismo social.
(Colectivo
Juguetes Perdidos, 29 de ctubre de 2019)
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