miércoles, 4 de agosto de 2010

Tarde en la noche Plaza Constitución...



Tarde en la noche Plaza Constitución…los cuerpos no dan más. Cuerpos en carne viva estallan. La capacidad de afección se ve desbordada…A veces la barra de energía corporal (esa de color amarillo que aparece en las pantallas de los videogames…) se satura…y entonces se acelera (y se hace caótico) el estado de cosas…laburantes cansados transformados en increíbles hulks… (Una escena cíclica del comic argento)

Un clima agobiante, denso, espeso va ganando la atmósfera. No se soporta más…la violencia te agarra de la nuca…Las imágenes cotidianas cada tanto tambalean… (Las de los laburos precarios, la de los viajes como ganados…) y hacen caer también a las imágenes televisivas (la sublimación de la violencia de aquellas).
¿Cómo podemos leer esta furia? Viajamos todos los días, y cargamos con la vivencia de un viaje de mierda, apretados, retrasados, con insultos, empujones y boqueadas entre nosotros. ¿Qué hacer con esa bronca?...


El estallido irrumpió luego de horas y horas de espera. Cansancio en cada fibra. El motivo era una protesta. El laburante terciarizado que busca estabilidad, como otros tantos laburantes que buscan regresar a su casa, todos cargan con la misma fragilidad. ¿A que hora llego? ¿Viene otro tren? ¿Cuando se restablece el servicio? Preguntas acusiantes y hasta desquiciadas. Mientras tanto, movileros y cámaras transmiten en vivo y tratan de hacernos sentir el frió de los andenes y el calor de los reclamos…

Con la bronca acumulada, se inicia un enfrentamiento cuerpo a cuerpo entre la policía y los pasajeros. Hay detenidos, dice el videograph. Policías atrapan a un pibe de gorrita y mochila… (Cuando no, estos pibes haciendo quilombo…). Esto fue armado…ahí están los instigadores.


Algunas preguntas nos dispara esta escena tan presente en nuestras vidas: un estallido es una manera de plantarse y no bancar lo dado; un “así no puede seguir”. ¿Pero que más? También puede ser una fragilidad (en tanto no se logra afirmar). Una improvisada intervención en una situación que presione para lograr mejores maneras de movernos y desplazarnos por la ciudad. Una impotencia cotidiana de comernos el injusto ajetreo, pero terminamos de darle forma concreta a una intervención capaz de incidir efectivamente. Los estallidos son bancables en tanto una irrupción colectiva de decir basta y pujar por lo que se quiere. Pero puede ser también una encerrona, tal como única manera de buscar incidir, el que la sangre llegue al rio.

La violencia que se pega a los cuerpos como la humedad… ¿Esta violencia se exterioriza por acumulación?, ¿hay un stock de violencia? ¡O más bien es situacional!, meras pulsiones del cansancio nocturno…

Todo esto muestra las dificultades actuales de esculpir entramados comunes, secuencias colectivas. Los trabajadores del ferrocarril, y los pasajeros, muchos también laburantes, tratando cada uno a su manera de gambetear lo frágil de nuestra vida. Pero también como inquietudes de todos los días, se pueden traducir en irrupciones violentas, sin desparpajo, buscando afirmarse. Pero también de la necesidad de ir armando institución, alrededor de estas inquietudes, así no se agitan en una bronca siempre latente a punto de explotar.

Y al otro día…se vuelve al laburo esquivando las ruinas del paisaje. La memoria ya difusa (mezclada con las imágenes de la TV)…piedras, cartuchos de gases lacrimógenas, vidrios, humo y policías…formas de violencia pre-revolucionaria, no hay organización, intencionalidad, ni método… (Diría algún notable progresista). Pero tampoco esquivemos la cuestión. Ejem; queda el sabor amargo de “la derrota histórica”, pudrirla “simplemente” por lo mal que se viaja…

Por unas horas queda desfondada la lógica de la indiferencia…los ruidos de vidrios rotos y los gomazos de la policía, inquietan al silencio-ambiente de la vuelta a casa, el humo obnubila la visión…todo se distorsiona y confunde.

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