El sábado tuvo lugar el regreso de la segunda banda roquera (de las fundadoras del Plan Barrial) más esperada; hablamos de Viejas Locas. Desde temprano pibes y pibas fueron copando los alrededores del estadio de Vélez. De a poco –como en un permanente goteo humano– fueron cayendo en almacenes, kioscos… convirtiendo las calles tranquilas y hasta los supermercados en lugares de acampe. Allí estaban tirados los pibes, haciendo la previa, con su postura, su estética, sus gestos corporales y su lenguaje. Creando así un clima diferente en las calles, en el espacio público; generando un estado de ánimo propio, y no activado desde las lógicas mediáticas. Como en cada congreso de esquinas, se desplegaba el clima festivo, comunitario, alegre y embriagado.
Esto fue lo que la empresa organizadora nunca imaginó con tal magnitud: un derrame carnavalesco de pibes y pibas cantando, bailando, copando y apropiándose del lugar. El desparramar insolentemente todos nuestros saberes, códigos y estéticas, en un recital que ya desde el arranque tenía mucho sabor a prefabricado, a estrategias de marketing y de publicidad como las que anuncian la salida al mercado de un nuevo teléfono celular. Porque se ofrecía para el recital el orden de los mega-festivales, el rock sponsoreado y seguro.
El nombre de Viejas locas desfondado, desalojado de los pibes y pibas, transformado en marca. Presentado en una publicidad, en un cartel callejero, en un anuncio de radio, impreso fijo en una entrada. Era sólo una marca, un logo, un nombre leído por la industria del entretenimiento, que tenía que servir como anzuelo, como marca convocante de un juego donde nosotros seríamos los consumidores-espectadores de la jornada.
La organización del recital negó las huellas sociales de Viejas Locas; las olvidaron o subestimaron, porque nos imaginaron adormecidos, esterilizados, inofensivos asistentes del rock-espectacular. Negaron que Viejas locas hospeda cuerpos, estéticas, memorias, imágenes demasiado vitales..., que tiene adherido las marcas del Plan barrial, que aloja en él a huéspedes inquietos. Nos ofrecieron en cambio un escenario infantilizado y excluyente (con entradas que en los últimos días llegaban a los 90 pesos), una situación ordenada por parámetros mercado-publicitarios,
Pero desde las horas previas al comienzo del recital, se desplegaban los rituales móviles, se exhalaban a la atmosfera partículas de un aire distinto, festivo, alegre, vital. La puesta en escena de la fiesta barrial, frente a los ojos de la gente decente que lanzaba miradas de desprecio y asombro. Los desprolijos, los borrachos, los atrevidos que desafiaban la utopía urbana de la basura cero (humana o no, lo mismo da). Allí estaban tirados los pibes y pibas, haciendo la previa, esquivando a los desprevenidos recolectores de residuos humanos que en inmensos camiones querían recolectar nuestros cuerpos. Esta resignificación de lo dado, de lo establecido, fue intolerable. El acontecimiento del congreso de esquinas no fue previsto a esta escala…
Y también desde temprano, la fiesta convivía con un clima pesado y denso con la policía; merodeaban las plazas… empezaban a mostrarse inquietos (vaciando botellas de alcohol) empezando a armar la fila de la montada… jodiendo la fiesta. Ellos que también saben –y mucho– de creación de atmósferas, armaban el montaje para la represión… ese que se conecta instantáneamente con los videografhs de Incidentes en recital, hay detenidos, con las voces de los periodistas “en estudio” o “en el móvil”; ese que se conectan en vivo con el despliegue infinito de cámaras y micro-cámaras (creando la temperatura ambiente justa…).
Un clima represivo que se conectó con el terreno común anti-pibe previo. (En el que operan las lógicas criminalizadoras) El de los discursos y relatos mediáticos y políticos sobre las vidas sobrantes… las vidas que parecen no importar…. (Todo lo que está en mi nube es nada más que tu sermón fatal).
¿Qué sensibilidad estábamos irritando?, ¿Qué nervio tocamos para que se active la represión?, ¿Qué lugares fundantes del buen ciudadano parecíamos usurpar? Sobre todo para desencadenar la lógica represiva, el despliegue del teatro antidisturbios (la represión al desnudo, como una fórmula algebraica) que siempre –como cualquier lógica– va a surfear sobre un terreno sensible previo…
Y así vimos como se desencadenaron las golpizas, los bastonazos, los gritos, las corridas de los pibes y pibas, los camiones hidrantes, la pintura azul, el guardia de infantería, todo en la noche oscura … De nuevo la fiesta que devenía horror. (Imposible no conectar con Cromañón). La actualización de una memoria de frustración e impotencia… De nuevo cambió el itinerario prometido: del rock-fiesta-pibes al rock-comisaría-hospital.
Pero la actualización de Cromañón también ocurrió por las lecturas que se hacen del acontecimiento. Porque irrumpen las voces compasivas y paternales de siempre, las que con una mano nos acarician la cabeza, con lástima, y con la otra nos agitan el dedo, marcando por donde tenemos que ir. Las que lamentan y hasta lloran por los pibes y pibas heridos e internados, pero que cuando están en la calle tomando, bailando, cantando, desplegando su fiesta, creen que son una granada desactivada. O aquellas voces que no están en contra de la represión, sino de los excesos…
También es ese ruido, esa interferencia en los paisajes urbanos Pro, en la noche prolija y educada, lo que enfurece y hace rabiar a la montada, la infantería y hasta carros hidrantes. Los cuerpos, energías, deseos y fuerzas de pibes y pibas (en su gran mayoría del conurbano) ingresan a la pantalla de la ciudad decente. Los mismos carros que nos marcan, nos manchan señalándonos “Ahí están los peligrosos que te pueden matar…” El doble estigma: el que nos inyectan en la piel, que aterriza en nuestra carne, para que huyamos, para que nos dispersemos y desarmemos el rito… y que a su vez nos coloca cuidadosamente en las pantallas televisivas para mostrarles a todos cual es el problema, cual es el peligro, que cosa no hay que ser…
La ecuación que conjura estos climas y escenarios es la de: pibes + calle = peligro. Tenemos que estar estudiando, trabajando, consumiendo o guardados en la cárcel, pero no como clusters que se adhieren a las calles… (en las calles, en el espacio público los jóvenes tienen un único sentido: encarnar el peligro sobre el cual se montarán las lógicas criminalizadoras, compasivas o aniquiladoras). Los pibes son peligrosos… así dice el ritornello mediático…
Indudablemente, que nos consideren peligrosos nos pone bajo la mira… Este escenario hace que tengamos que saber cuidarnos… Un cuidado colectivo, de amistad, de aguante… de saber leer las situaciones que se presentan jodidas… (No el cuidado compasivo o rehabilitador… un cuidado potente, nuestro, que nos haga mantener con vida).
Vivimos un tiempo donde tenemos que intervenir para que los discursos criminalizadores no avancen, pero para que tampoco devengan paternalistas, porque los dos niegan nuestra propia sensibilidad generacional y nuestras formas de vida. Pero también intervenir es hacernos visibles. Plantarnos para que nos vean, nos escuchen y sientan que estamos.
Luego de la represión del sábado, en donde intentaron bajarnos a otro pibe (por estas horas aguanta en un hospital), también se actualizó la lógica de la indiferencia; es cuestión de segundos para que ni siquiera aparezcan videografhs o noticias en el diario. ¿Cuáles son las vidas que importan en nuestra sociedad? Seguramente no las de los pibes y pibas que no son profesionales, ni blancos, ni decentes, ni buenos vecinos. Tampoco importan porque no son héroes, ni sus vidas tienen sentido político… somos vidas sin trascendencia… ¿Por qué por estos días se condena una forma de represión en el espacio público pero se habilita otra? ¿Por qué no se debe reprimir la protesta social pero sí la fiesta de los pibes? Tenemos que agitarla, tenemos que movilizarnos para que no se acostumbren a matarnos amigos, compañeros de laburo, conocidos del barrio… amigos ocasionales de recitales…
De nuevo, tenemos que estar atentos… si ya nos aniquilan mediaticamente es cuestión de horas para que irrumpa la muerte real o de circunstancias propicias (como en un recital nocturno en una ciudad ordenada en donde aluviones de pibes y pibas activaron la alarma represiva).
Tenemos que saber no hacer el juego y seguir creando, afirmándonos y plantándonos en estos terrenos hostiles. No comernos ninguna; el peligro son las muleadas de nuestros laburos precarios, la depresión y la discriminación de los ojos urbanos; la represión y esa moral sulfatada de “volvamos a la familia”, de la necesidad de disciplina y orden. Banquemos nuestras fiestas, por que ahí nosotros estamos vivos, nosotros sabemos conjurar nuestros problemas y frustraciones. Por que en la solidaridad y el gesto amistoso, de una cerveza que pasa de mano en mano, en una ronda de amigos, ahí nosotros hallamos nuestro refugio a esta época caníbal. Una última aclaración; no somos gente decente, no tenemos buenos modales, y estamos encantados de eso…
Este asunto está ahora y para siempre en nuestras manos…
Colectivo Juguetes Perdidos
Noviembre de 2009
Esto fue lo que la empresa organizadora nunca imaginó con tal magnitud: un derrame carnavalesco de pibes y pibas cantando, bailando, copando y apropiándose del lugar. El desparramar insolentemente todos nuestros saberes, códigos y estéticas, en un recital que ya desde el arranque tenía mucho sabor a prefabricado, a estrategias de marketing y de publicidad como las que anuncian la salida al mercado de un nuevo teléfono celular. Porque se ofrecía para el recital el orden de los mega-festivales, el rock sponsoreado y seguro.
El nombre de Viejas locas desfondado, desalojado de los pibes y pibas, transformado en marca. Presentado en una publicidad, en un cartel callejero, en un anuncio de radio, impreso fijo en una entrada. Era sólo una marca, un logo, un nombre leído por la industria del entretenimiento, que tenía que servir como anzuelo, como marca convocante de un juego donde nosotros seríamos los consumidores-espectadores de la jornada.
La organización del recital negó las huellas sociales de Viejas Locas; las olvidaron o subestimaron, porque nos imaginaron adormecidos, esterilizados, inofensivos asistentes del rock-espectacular. Negaron que Viejas locas hospeda cuerpos, estéticas, memorias, imágenes demasiado vitales..., que tiene adherido las marcas del Plan barrial, que aloja en él a huéspedes inquietos. Nos ofrecieron en cambio un escenario infantilizado y excluyente (con entradas que en los últimos días llegaban a los 90 pesos), una situación ordenada por parámetros mercado-publicitarios,
Pero desde las horas previas al comienzo del recital, se desplegaban los rituales móviles, se exhalaban a la atmosfera partículas de un aire distinto, festivo, alegre, vital. La puesta en escena de la fiesta barrial, frente a los ojos de la gente decente que lanzaba miradas de desprecio y asombro. Los desprolijos, los borrachos, los atrevidos que desafiaban la utopía urbana de la basura cero (humana o no, lo mismo da). Allí estaban tirados los pibes y pibas, haciendo la previa, esquivando a los desprevenidos recolectores de residuos humanos que en inmensos camiones querían recolectar nuestros cuerpos. Esta resignificación de lo dado, de lo establecido, fue intolerable. El acontecimiento del congreso de esquinas no fue previsto a esta escala…
Y también desde temprano, la fiesta convivía con un clima pesado y denso con la policía; merodeaban las plazas… empezaban a mostrarse inquietos (vaciando botellas de alcohol) empezando a armar la fila de la montada… jodiendo la fiesta. Ellos que también saben –y mucho– de creación de atmósferas, armaban el montaje para la represión… ese que se conecta instantáneamente con los videografhs de Incidentes en recital, hay detenidos, con las voces de los periodistas “en estudio” o “en el móvil”; ese que se conectan en vivo con el despliegue infinito de cámaras y micro-cámaras (creando la temperatura ambiente justa…).
Un clima represivo que se conectó con el terreno común anti-pibe previo. (En el que operan las lógicas criminalizadoras) El de los discursos y relatos mediáticos y políticos sobre las vidas sobrantes… las vidas que parecen no importar…. (Todo lo que está en mi nube es nada más que tu sermón fatal).
¿Qué sensibilidad estábamos irritando?, ¿Qué nervio tocamos para que se active la represión?, ¿Qué lugares fundantes del buen ciudadano parecíamos usurpar? Sobre todo para desencadenar la lógica represiva, el despliegue del teatro antidisturbios (la represión al desnudo, como una fórmula algebraica) que siempre –como cualquier lógica– va a surfear sobre un terreno sensible previo…
Y así vimos como se desencadenaron las golpizas, los bastonazos, los gritos, las corridas de los pibes y pibas, los camiones hidrantes, la pintura azul, el guardia de infantería, todo en la noche oscura … De nuevo la fiesta que devenía horror. (Imposible no conectar con Cromañón). La actualización de una memoria de frustración e impotencia… De nuevo cambió el itinerario prometido: del rock-fiesta-pibes al rock-comisaría-hospital.
Pero la actualización de Cromañón también ocurrió por las lecturas que se hacen del acontecimiento. Porque irrumpen las voces compasivas y paternales de siempre, las que con una mano nos acarician la cabeza, con lástima, y con la otra nos agitan el dedo, marcando por donde tenemos que ir. Las que lamentan y hasta lloran por los pibes y pibas heridos e internados, pero que cuando están en la calle tomando, bailando, cantando, desplegando su fiesta, creen que son una granada desactivada. O aquellas voces que no están en contra de la represión, sino de los excesos…
También es ese ruido, esa interferencia en los paisajes urbanos Pro, en la noche prolija y educada, lo que enfurece y hace rabiar a la montada, la infantería y hasta carros hidrantes. Los cuerpos, energías, deseos y fuerzas de pibes y pibas (en su gran mayoría del conurbano) ingresan a la pantalla de la ciudad decente. Los mismos carros que nos marcan, nos manchan señalándonos “Ahí están los peligrosos que te pueden matar…” El doble estigma: el que nos inyectan en la piel, que aterriza en nuestra carne, para que huyamos, para que nos dispersemos y desarmemos el rito… y que a su vez nos coloca cuidadosamente en las pantallas televisivas para mostrarles a todos cual es el problema, cual es el peligro, que cosa no hay que ser…
La ecuación que conjura estos climas y escenarios es la de: pibes + calle = peligro. Tenemos que estar estudiando, trabajando, consumiendo o guardados en la cárcel, pero no como clusters que se adhieren a las calles… (en las calles, en el espacio público los jóvenes tienen un único sentido: encarnar el peligro sobre el cual se montarán las lógicas criminalizadoras, compasivas o aniquiladoras). Los pibes son peligrosos… así dice el ritornello mediático…
Indudablemente, que nos consideren peligrosos nos pone bajo la mira… Este escenario hace que tengamos que saber cuidarnos… Un cuidado colectivo, de amistad, de aguante… de saber leer las situaciones que se presentan jodidas… (No el cuidado compasivo o rehabilitador… un cuidado potente, nuestro, que nos haga mantener con vida).
Vivimos un tiempo donde tenemos que intervenir para que los discursos criminalizadores no avancen, pero para que tampoco devengan paternalistas, porque los dos niegan nuestra propia sensibilidad generacional y nuestras formas de vida. Pero también intervenir es hacernos visibles. Plantarnos para que nos vean, nos escuchen y sientan que estamos.
Luego de la represión del sábado, en donde intentaron bajarnos a otro pibe (por estas horas aguanta en un hospital), también se actualizó la lógica de la indiferencia; es cuestión de segundos para que ni siquiera aparezcan videografhs o noticias en el diario. ¿Cuáles son las vidas que importan en nuestra sociedad? Seguramente no las de los pibes y pibas que no son profesionales, ni blancos, ni decentes, ni buenos vecinos. Tampoco importan porque no son héroes, ni sus vidas tienen sentido político… somos vidas sin trascendencia… ¿Por qué por estos días se condena una forma de represión en el espacio público pero se habilita otra? ¿Por qué no se debe reprimir la protesta social pero sí la fiesta de los pibes? Tenemos que agitarla, tenemos que movilizarnos para que no se acostumbren a matarnos amigos, compañeros de laburo, conocidos del barrio… amigos ocasionales de recitales…
De nuevo, tenemos que estar atentos… si ya nos aniquilan mediaticamente es cuestión de horas para que irrumpa la muerte real o de circunstancias propicias (como en un recital nocturno en una ciudad ordenada en donde aluviones de pibes y pibas activaron la alarma represiva).
Tenemos que saber no hacer el juego y seguir creando, afirmándonos y plantándonos en estos terrenos hostiles. No comernos ninguna; el peligro son las muleadas de nuestros laburos precarios, la depresión y la discriminación de los ojos urbanos; la represión y esa moral sulfatada de “volvamos a la familia”, de la necesidad de disciplina y orden. Banquemos nuestras fiestas, por que ahí nosotros estamos vivos, nosotros sabemos conjurar nuestros problemas y frustraciones. Por que en la solidaridad y el gesto amistoso, de una cerveza que pasa de mano en mano, en una ronda de amigos, ahí nosotros hallamos nuestro refugio a esta época caníbal. Una última aclaración; no somos gente decente, no tenemos buenos modales, y estamos encantados de eso…
Este asunto está ahora y para siempre en nuestras manos…
Colectivo Juguetes Perdidos
Noviembre de 2009
8 comentarios:
Uh, muy bueno... leyendo se me movieron varias cosas, sí imposible no conectar con Cromañon...
la primera vez que ví a callejeros fue como soporte de las viejas, las viejas se fueron poco antes de que se pudra todo y ahora volvieron pero chocolate por la noticia, ya no "todo sigue igual"... En el "nuevo rock" sos un muñequito que va de escenario 1 a escenario 3, nadie pide bis porque todo está pautado, sos un pleimovil sacando videitos con el celu para subirlos al feibuk. Eso y más pensaba apretujada en la puerta, entre la reja y un caballo de mirada vacía "qué estará pensando este animal", lo que pensaba el jinete le supuraba por los ojos... Tanto odio a la libertad.
Por suerte y azar entré y gocé mucho y me pareció poco (ja hasta extrañé en los cueros machos esos olores a chivo poderosos de otras épocas que te volteaban, ahora todos se vinieron bañaditos!!).
Otra, acabo de leer una nota de Botafogo demasiado fascista...! es una lástima que en nombre de haber compartido caminos con próceres cono Pappo, Javier Martinez y demás grosos se erija en juez de la "verdadera" música, mesías del rocanrol, disparando tan duro contra la creatividad y la diversidad musical,
Okei, él dice cantarle al amor y a la paz, pero hay otros amores y otras "paces" posibles, y a mí y a varios nos emocionan mucho más... tenemos culpa? Tenemos culpa si pappo te erizaba hasta el último pendejo, y Botafogo con toda su técnica no?
es una lástima... él que teoriza sobre el rock y el blues, lástima que todavía no lo haya entendido, que es sólo rocanrol pero nos gusta...
Gracias Vera!. Muy buen comentario. Compartimos tu indignacion por la carta de Botafogo...¿Quiere que le paguen jubilación por todos los años en que aporto a la pobre caja del rocanrol…?. abzos
Colectivo Juguetes Perdidos.
Botafogo es un ex adicto, militancia jodida como la de un evangelista. El rencor del rock...
Che, me gustó el texto como alarma, a full.
En algunas cosas me gustaría que se detuvieran y explayaran más.
Por ejemplo cuando al principio enucian los rasgos alegres del encuentro-fiesta. Lo complejizaría un poco. porque también es cierto que en esos rituales multitudinarios también hubo "siempre" un componente de miedo, y no sólo miedo a la cana: miedo a la multitud. Miedo de nosotros a la degeneración de nosotros.
Creo que si un señalamiento crítico haría tanto a este como al primer texto suyo sobre Cromañón (cuyas tésis me parecen recontra pertinentes para pensar esta situación donde tenemos otro cuasi cadáver en nuestra espalda) sería ese: siento cierta idealización de la fiesta, los pibes, la esquina. La esquina también era el lugar de nuestra estupidez, no? Al menos en mi experiencia (donde la estupidez es lo menos amarrete...). Salvo que se considere que los trapos sucios se lavan en casa y en un texto público se prioriza defender a nosotros frente a lo otro; ¿pero para quién escribimos sino para nosotros? Ropa sucia afuera.
Otra cosa que valoro mucho de este texto-intervención es una especie de llamado implícito a discriminar: qué de la sitación está tomado, reconvertido por el capital, y dónde todavía se impone la conformación del nosotros pibero. (por cierto, ¿qué es el Plan Barrial?) Porque los bastones pegaron con la razón de mantener la rigidez segmentativa del acceso: no son todos iguales, están los que pueden entrar y los que no, mientras que el piberío tendería a una cohesión, sólo rompible con violencia.
La indiferencia, que señalan, me parte el corazón, y qué hacer con estas ganas de salir a romper hijos de puta. (por cierto, Barón Biza dice que la idniferencia es el modo contemporáneo de la represión...)
Bueno, para más cosas de charla me movilizó la lectura, pero esto es un blog, escribo un comentario en una pantallita y ni veo lo que puse un párrafo atrás.
Abrazos
Gracias por el comentario. Es verdad que algunos interrogantes convocan a un dialogo que excede el formato-blog.
Probablemente la naturaleza de un texto-intervención haga que decidamos dejar algunas cuestiones en segundo plano (como las que planteas). Es decir, nos moviliza en este caso la necesidad de dejar colgada una postura, una voz en medio de tanto monolinguismo. Y dados los tiempos de la intervención (y su intención política) sobrevolamos algunas cuestiones que en otros textos profundizamos más. (En un texto de prox. aparición, abrimos y profundizamos en los devenires posibles del aguante, entre los que se encuentra "el cachivache", figura que dialoga con tu planteo de la degeneración de nosotros mismos). Pero creo que hay otras cuestiones que explican esto. Barthes plantea una operación psicológica que llama circunscripción de los placeres. Se refiere al momento en que realizamos ese recorte positivo de una situación, dejando a lo que nos hace mal o nos duele por fuera, pasándolo por alto. Es decir, recordamos "lo positivo", muchas veces esta operación no es consciente, creo que sobre todo en el caso de los recitales de las bandas que convocan al acontecimiento del Congreso de esquinas, tiene lugar esta circunscripción. En estos días tenemos una predisposición anímica diferente a la de los días ordinarios. Esta intensidad vivida colectivamente hace que el foco este puesto en el despliegue de nuestros rituales, en lo carnavalesco, en lo dionisiaco de esos momentos "fuera del calendario", y obviamente en como se pueden destruir estos climas desde afuera. Después de todo no somos ni meros cronistas, ni etnógrafos...Las descripciones de estas fiestas roqueras las realizamos luego de exponer nuestros cuerpos a la experiencia colectiva (nada de distanciamiento...estamos parados en el centro de la tormenta). Pero reitero, en otros textos (y sobre todo en el que mencioné de prox. aparición), que manejan otra velocidad, y otro tempo, nos detenemos y profundizamos algunos escenarios que en un texto-intervención necesariamente hay que sobrevolar....
De nuevo, muchas gracias por el comentario...
Transcribo la definición de Plan Barrial del texto "No escondamos nuestras bengalas" : "...Inserto en estas condiciones, el rock como expresión de una movida cultural suburbana, se concebía como un plan barrial, es decir, una forma (entre tantas) en las que un grupo de amigos intentan organizarse y dibujar un futuro posible.
Este plan barrial consta de varios puntos: crear una banda de rock, encontrarse a componer temas, salir a escrachar paredes del barrio para instalar la banda, buscar espacios para tocar, armar fechas, etc. Pero el plan barrial, no se reduce a la militancia que realizan las bandas de rock que pueblan cada barrio, solo constituyen una singularidad de esta movida cultural. El grupo de rock es el significante para convocar a los pibes de los barrios, que también participan de la planificación, organizando el aguante para la banda: pintar las banderas, preparar los viajes para que cada fecha en que la banda sale a tocar se sienta apoyada desde abajo, es decir, encargarse de la mística del grupo (las banderas, los papelitos, las bengalas). Por eso, ellos también se saben parte de la banda, y sienten como propios sus ascensos. Que una banda de rock del barrio llegue a ser escuchada en otras ciudades y calles es un motivo de gratificación personal, es sentir que el plan barrial esta bien encaminado..."
abzos.
Leo el texto por segunda vez y me encuentra más sensible. Me conmueve, me alarma, me enfurece. Esta configuración del “paisaje urbano Pro”, el límite horario de la fiesta en la provincia, está arrancándonos la calle poco a poco. Las plazas están enrejadas, las calles son supuestamente peligrosísimas (o eso nos dice Clarín), y nuestro destino se va delineando “del shopping a casa y de la casa al shopping”. La esquina, la calle es un terreno que tenemos que recuperar para nosotros y para los que vienen, antes de que seamos totalmente expropiados del espacio colectivo.
Muy bueno el texto, no hay que cortar el grito y la denuncia, no podemos quedarnos callados mientras la policía sigue golpeando y matando pibes. Tenemos que replantearnos como generación donde está el “aguante” (se que su concepto es complejo, pero yo elijo pensarlo como resistencia), tenemos que preguntarnos por qué nos estamos dejando matar en silencio, por qué seguimos siendo víctimas y no podemos plantarnos realmente cuando nos atacan directamente en recitales, en los laburos, en las villas. Tenemos que pensar por qué tantos de nosotros estamos narcotizados con los celulares, las playstation y el facebook en vez de estar defendiéndonos a nosotros mismo y a nuestro espacio. No todo el rock es aguante y no todo el aguante está en el rock. Saludos, y gracias por interpelarnos.
Gracias Paula!. Nos alegra que el texto te haya movilizado y que te haya llevado a distintos lugares sensibles y anìmicos (esa es una de las apuestas. "Toda sensaciòn es una pregunta..." ). La posibilidad de crear espacios afectivos "nuestros" es un modo de gambetear ese letargo mediàtico que describis. A full: no tenemos que quedarnos congelados en la postura de vìctimas...(Precisamente si operan sobre nosotros logicas criminalizadoras, compasivas o aniquiladoras es porque movilizamos "algo", porque en nuestro aguante muchas veces desfondamos lo instituido...)
Compartimos; no se puede reducir el aguante al rock. El rock (el "nuestro", el del Plan Barrial) es una expresiòn generacional, una forma de agruparnos y de crear colectivamente entre tantas otras...(el aguante en las calles, en los barrios, en los laburos...)
Abzos...
justiciaporloschicosdecromanon.blogspot.com....
loco, es buena la elaboración que hacen. me voy a pasar mas seguido.
salut!
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