martes, 22 de diciembre de 2015

La Gorra coronada

 (Apuntes sobre el devenir voto de la vida mula II)



Gobierno de la tranquilidad

Se votó para extender los interiores estallados a toda la ciudad, se gritó masivamente; mi Vida es mi trabajo y mi familia (y mi umbral de consumo y mi gorra): un mundo privado que deviene país. Ese fue el devenir-voto de la Vida Mula. Esa visión de la vida, esos modos tristes de valorizarla diagraman un asfixiante mundo único para habitar que pugna por tomar “el espacio público” y fagocitarlo; el afuera queda clausurado (las otras posibilidades vitales a indagar). Asistimos a un cambio de época que se venía fabricando sensiblemente hace rato –los signos abundaban, sólo había que intentar leerlos–; el auge de un clima de sanidad y moderación de la vida privada (que es hoy más pública y política que nunca…). Desde las mirillas de la Vida Mula –tomados por ese continuo y desde esa percepción de refugiados- la calle se reduce a policías, metrobuses y un fastidioso tiempo muerto que se experimenta como insoportable demora para ir al trabajo o regresar al hogar. Un voto entonces para mejorar la calidad de la vida (Mula). Un voto para terminar de silenciar algún que otro ruido que viene del exterior (de la calle, de la plaza, del Palacio). Y ahora sí: la autopista despejada y silenciosa para transitar sin molestias por el circuito aceitado de la Vida Mula: la amarga utopía: la silenciosa, doméstica, molecular revolución conservadora de la alegría triste; esa que de forma subterránea se podía percibir en su lenta pero constante expansión durante toda la década ganada (claro, si se la rastreaba a contrapelo…).

martes, 27 de octubre de 2015

Apuntes rápidos sobre el voto mulo

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Muchos barrios y vidas populares se blanquearon durante la década ganada. Se viene un gobierno de blancos, sí. Pero ese gobierno se incubo desde abajo, se fabricó sensiblemente hace rato en lo profundo de los nuevos barrios: las elecciones del domingo visibilizaron a nivel político la vida mula, expresaron en la superficie pública el contrato existencial que millones de laburantes y vecinos no están dispuestos a romper: consumo + muleo + engorramiento. Eso es lo que querían Juan, Pedro y María: habitantes del centro de una ciudad blanca, laburantes del fondo de un barrio precario, lo mismo da: votantes emergentes de una reorganización de la vida barrial, urbana y social, votantes que exponen obscenamente un modo de valorizar la vida, votantes que padecen el terror anímico y la intranquilidad permanente, y que están dispuestos a lo que sea para sostener el precario (o no) orden propietario que supieron conseguir. 

martes, 20 de octubre de 2015

Agitarla y pudrirla: o acerca de los modos de “des-agilar” la vida adulta

Sobre el libro ¿Quién lleva la gorra?

Mariano Pacheco

Se trata quizás de escuchar el murmullo cada vez más audible del agite de los silvestre
Colectivo Juguetes Perdidos

En un lenguaje más clásico diríamos que ¿Quién lleva la gorra? Violencia. Nuevos barrios. Pibes silvestres, de Leandro Barttolota, Ignacio Gago y Gonzalo Sarrais Alier, es un libro necesario. Nos limitaremos solamente a sostener que, si bien el texto funciona bien como un “instrumento de combate”, interpela sobre todo porque logra salirse del lugar común de intentar realizar un aporte desde la típica posición de explicar y satisfacer nuestras conciencias bien pensantes. En otras palabras, podríamos afirmar: “Nosotros, los progresistas… ¡Abstenerse!”.

martes, 9 de junio de 2015

"Saliendo a ver"



Rseña de Quién lleva la gorra, por Damián Huergo

En las facultades de ciencias sociales de la Argentina te inoculan la creencia de que no se puede hacer investigación social por afuera del circuito de becas estatales o de la filantropía onegeista. El Colectivo Juguetes Perdidos, formado hace poco más de diez años por un grupo de estudiantes de sociología de la UBA (ya graduados), desde el vamos desoyó tales mandatos. Siguiendo una rica tradición intelectual, el Colectivo JP realizó una especie de insumismo académico; es decir, tomó al saber no como cosa sacra acabada y le dio otras coordenadas de enunciación vinculándolo a problemas que afectan. Saberes que no concluyen ni se muerden la cola a sí mismos, por el contrario fueron atravesados por la memoria física y verbal de sus integrantes; mezclados con los agites barriales, ricoteros y tribuneros que cargaban otros modos de vida. Y, sobre todo, saberes que se mostraron insuficientes tras el sacudón del “diciembre negro” que generó el acontecimiento Cromañón. Esa “derrota brutal” de la generación nacida, criada y curtida en democracia, que en su juventud se comió la resaca de la fiesta de la convertibilidad sin haberla disfrutado, y que -como un efecto colateral- promovió el primer ensayo del Colectivo JP desde la escritura de un nosotros dispuesto a la expansión.

miércoles, 25 de febrero de 2015

“Rajá turrito, raja”


Apropósito de ¿Quién lleva la gorra? del Colectivo Juguetes Perdidos editado por Tinta Limón

Por Esteban Rodríguez Alzueta







¿Qué está pasando en los barrios? ¿Qué significa pensar a los pibes de los barrios? ¿Cómo pensarlos? Para responder la pregunta que propone el Colectivo Juguetes Perdidos (“¿Quién lleva la gorra?”), hay que empezar por aquellas otras cuestiones, hay que saber responder las otras preguntas.

Tengo la sensación -y cada vez me convenzo más-, parafraseando a la antropóloga Laura Nader, que “todo lo que digamos sobre los pibes va a ser usado en su contra”. Por eso la tarea que se impone es doble, pensarlos y evitar que lo que digamos sobre ellos pueda ser manipulado en su contra.
Pensar y, al mismo tiempo -y lo digo ahora con las palabras del Colectivo-, evitar hacer“extractivismo académico, literario o político que busca conocer el lenguaje y experiencias nativas para colonizar, para hacer entrismo, o simplemente para estetizar. No buscamos saquear elplusvalor de sus vida aventureras o excitantes, violentas o intensas para transformarlo en mercancía que circule en otro ámbito.” En todo caso que el robo sea mutuo: “a los pibes les robamos la vitalidad, su parla, su imaginación, sus mapas dl presente. A nosotros nos roban tiempo (no remunerado, no mediado por la necesidad de obtener dinero o prestigio o credenciales). Un tiempo para jugar, un tiempo para estar. Un tiempo robado a las rutinas laborales, familiares, sociales. Y también nos roban ganas y energía y quizás algo nuestro que no sabemos codificar.”

domingo, 1 de febrero de 2015

¿Quién lleva la gorra? Juguetes Perdidos y la filosofía del raje por Diego Sztulwark

Cuando elogio el raje no es simplemente a partir de una visión desde las alturas, para mí se trató siempre de una manera de laburar
J. Ranciére

La línea de raje es una forma de tomarse el palo. Los franceses no saben muy bien lo que es eso. Por supuesto, como todo el mundo, se las toman, pero piensan que rajarse, o bien es escaparse del mundo, mística o arte, o bien es una especie de cobardía, una manera de eludir los compromisos y las responsabilidades. Pero el raje no significa, ni muchísimo menos, renunciar a la acción, no hay nada más activo que un raje”.
G. Deleuze

Es posible que me las pique, pero mientras dure mi raje, buscaré un arma
G. Jackson


I.

La filosofía no morirá mientras alguien fugue, todo lo demás es interpretación. Juguetes Perdidos juega en ese tablero: todo lo que huela a máquina universitaria de producción será rudamente apartado. No es desprecio por la reflexión teórica, sino una nueva comprensión de lo teórico como tal: menos como sistema de saberes acumulados y más como relación con lo que aún no sabemos pensar.

En ¿Quién lleva la gorra? (Tinta Limón Ediciones, Bs-As, 2014), la última década transcurre de nuevo ante nuestros ojos. Es notable advertir cómo se retuerce una escritura que se evade de lo político mayoritario cuando actúa bajo presión de la coyuntura. Página a página desfila una procesión de figuras mutantes nacidas tras la llamada crisis del 2001: de la miserable barriada al mundo de la batalla por el consumo; de la auto-organización a la vida loca. Más allá de lo que se discuta en torno a lo que se puso en juego durante esta década larga, lo cierto es que el paisaje social resultó trastocado.