Leandro Barttolotta es sociólogo y trabaja de docente en el conurbano bonaerense y en educación a distancia y es el autor de Saldo negativo, un libro publicado recientemente por Editorial Sudestada. La potencialidad de la crónica, como las que se vierten en este libro, es que se alejan de las construcciones de escritorio, de aquellas propuestas que dan soluciones taxativas con prismáticos y apuntes a problemas que desconocen. Obligan a quien las escribe a circular, caminar, a enlodarse, a fisgonear por calles repletas de leyendas inauditas, religiones paganas y fábulas inasibles. Con las crónicas las voces acalladas por el ejercicio de una ignorancia selectiva encuentran un canal de expresión, un cable que los conecta con el verbo y el fraseo, y así los cuerpos se materializan, las víctimas y victimarios se nombran, se conocen, se disfrutan y se padecen, dice The Walking Conurban en el prólogo. En diálogo con Sudestada, Leandro nos contó el proceso creativo y algunos detalles sobre la escritura de este libro.
Por Natalia Bericat para la web de Editorial Sudestada
Primero preguntarte por el género crónica. ¿Qué aportó en el proceso de escritura de estas historias?
Me parece que tanto el género crónica como el género ensayo, que son como dos modos de expresión de la escritura en la que uno habitualmente se siente como más cómodo, permiten como una amplitud de movimientos y como un margen mucho más amplio al momento del registro, de la percepción, de ir como tratando de registrar cierta escucha y ciertos movimientos del orden de lo sensible. Me parece que tienen algo de eso. No sé si la definición sería una plasticidad. Por eso mismo, también me parece que se discute tanto cuáles son los límites. Una discusión que no sé si tiene mucho sentido: hasta dónde crónica, hasta dónde ensayo, hasta dónde más investigación de otro tipo y demás.
Un poco en la introducción al libro, lo que digo es que en la relectura de esos textos que se escribieron a lo largo de más de diez años y por ende van mostrando también, no sé si la palabra es aprendizaje, pero sí cierta incorporación por un lado de elementos del periodismo narrativo, o sobre todo de cierto trabajo de producción más, si se quiere, periodístico. Pero me parece que cuando los textos se van sucediendo, y van también ahí intentando buscar una forma propia o conquistar un tono propio, no sé si es por cómo se dice, la deformación profesional o el registro que uno tiene tan incorporado. Yo lo pienso más como crónicas sociológicas, si se quiere, que por momentos intentan tener un tipo de registro más estrictamente periodístico. Por otro, como que rosa, o hay ahí cierta proximidad con una escritura, si se quiere, política o más de intervención pública. Ahí lo digo como momentos en que se escribe con los dientes apretados, momentos más de relajarse y hasta entretenerse y largar alguna carcajada.
Creo que hay como toda esa heterogeneidad a lo largo de los textos y me parece que si hay algo que permite el género crónica, en el proceso de escritura, es precisamente eso. Es como moverte o desplazarte por diferentes fronteras de escritura con cierta comodidad y sin tener tan en cuenta las formas. Me parece que hay algo ahí de textos que, por un lado, intentan pensar un territorio que siempre esquivo, siempre presentando como vitalidades que muchas veces inquietan hasta incluso esas formas o esos géneros habituales con los que se los representa. Entonces un poco con esta idea de, bueno, son textos distintos, desiguales, combinados, como el territorio del conurbano, de los conurbanos bonaerenses que intentan o que buscan expresar, como digo ahí en la introducción. Creo que es un gran desafío, incluso más allá de todas las discusiones con respecto a eso, qué significa hoy la crónica o qué significa hacer crónicas. Me parece que sigue siendo lo mismo que al ensayo. Reitero: siguen siendo como modos con mucha plasticidad y eso como que permiten hospedar sensibilidades, voces, imágenes, diálogos y sobre todo como cierto plano así anímico o afectivo y algo del ambiente. A eso le doy, como siempre trate de darle, bastante importancia de la captura de un ambiente, de un clima en el sentido profundo del término. Y me parece que para eso es el género crónica y en este caso crónica sociológica, para decirlo así rápido, me sirve mucho.
Saldo negativo nos lleva a lo popular de lleno. ¿Cómo nace este nombre?
La cuestión del título tiene como, o podría tener, varias reminiscencias. Por un lado, una como más directa, digamos, a la sensibilidad de la mayoría popular, que es precisamente pensar ese momento del viaje. Y entonces hay crónicas desde un perfil sobre un vendedor ambulante, una crónica sobre las chicas que trabajan, las empleadas de la tarjeta SUBE, que se dedican a la carga y a la atención al público y a lidiar con todos los reclamos, hasta una nota sobre la página y el sitio Cosas del Roca. Me parece que Saldo Negativo inevitablemente va a ese momento de la SUBE descargada y también sirve para pensar, lo mismo con un teléfono celular o lo mismo con cualquier tipo de servicio en el cual aparece esa idea de lo negativo. En el caso específico del viaje, que es algo que aparece como de manera recurrente en varias de las crónicas, como tantas horas de viaje que implica para la vida laburante y que a su vez es un momento vital que no se suele pensar mucho.
Lo que pasa ahí en el viaje ya forma parte de una jornada laboral extendida, derramada, en el cual sucede todo en términos sociales también, y a su vez como ese pinchazo de terror que te agarra cuando apoyás la SUBE y ves que tenés el saldo negativo, el saldo insuficiente, porque ya ahí dependés de cierta solidaridad espontánea o del chofer o de pasajeros, o tenés que tener en cuenta si hay algún sitio de carga, algún kiosco o lo que sea para recargarla. Hay muchísimo imaginario detrás de esa idea de saldo negativo. Y por otro lado, y en un segundo momento habla, me parece que claramente, de ese corte que intenta hacer, que se intenta hacer con las crónicas, que por un lado una unidad, si se quiere cronológica o poner en serie cronológica de ese 2013 al 2023, y que no deja de ser también una unidad o un corte en el cual se ve desde los comienzos, los inicios, los primeros signos de cierto enfriamiento económico y de cierto ajuste, digamos, como desde la prehistoria del ajuste o el final de la denominada década ganada hasta el ajuste feroz que se está viviendo. Entonces, bueno, como ahí saldo en términos de balance negativo también me parece que tiene o puede jugar con esa significación.
Y después también, continuando, porque me quedé pensando, que uno a veces da por hecho cómo surge un nombre casi realmente de manera espontánea. También hay un chistecito o algo más del orden de la chicana, que suelo decir que hay, suele haber muchos que dicen investigar, digamos, las mayorías populares o el complejo heterogéneo fragmentado y en disputa mundo popular, pero que ni siquiera tienen sube. Lo digo un poco como metáfora de cierta lejanía, no solo geográfica, sino también sensible con respecto a lo que se quiere percibir, a lo que se quiere investigar y sobre lo cual se quiere hacer diagnósticos rápidos. Pero bueno, eso, centralmente me parece que tiene como esas dos primeras significaciones y esa tercera más interna también aparece ahí.
La marginalidad, los bordes, las fronteras y en este caso el conurbano es un territorio que se ha estigmatizado desde siempre. ¿Qué significa para vos escribir con los pies en el barrio?
Esto específico de qué significa escribir con los pies en el barrio, me parece que está buenísima como pregunta porque, dicho medio grandilocuente, pero parte de la apuesta ética, me parece, en la escritura sobre el conurbano, pero sobre todo en y desde el conurbano, es tratar de hacer como un movimiento, un desplazamiento que saque al conurbano del punto de mira y lo ponga como punto de vista, dejar de concebir al conurbano como enunciado y sí como lugar de enunciación, dejar de que aparezca siempre como lo representado y sí como un lugar en el cual se representan y se crean imágenes vitales y se crean un montón de enunciados, y hay todo un nivel de potencia que hay que explorar. Eso me parece que es fundamental y ese lugar, ese punto de vista conurbano me parece clave, en contraposición a ese punto de mira que es el que siempre y sobre todo en contexto o en climas electorales aparece el conurbano como sería nuestro Vietnam, la madre de todas las batallas y toda esa serie de enunciados de cierta política que presentan al conurbano como lugar de peligro, siempre latente, entonces ese desplazamiento me parece que es fundamental y sobre todo algo que también me parece clave desde cierta visión. Yo digo muchas veces de Villa Twitter (uso como imagen), hay una idea por un lado de esto desertificado del conurbano bonaerense, pero a su vez como una homogenización total de un territorio que se ve como desde la lejanía completamente empobrecido y en la cual no sucede otra cosa que no sean situaciones de violencia, de zócalo televisivo y demás, y en verdad la invitación tanto en estas crónicas, como la invitación de siempre, es a investigar ese conurbano silvestre, común, corriente y digamos, en el cual hay una población de casi 11 millones de personas y 24 partidos. Es un territorio que es heterogéneo, que es desigual, de vuelta con eso heterogéneo, desigual y combinado. Es un territorio en el cual se puede ver la fractura social muy expuesta y es un territorio en el cual hay cuestiones que muestran como ciertas herencias muy pesadas en términos de precariedad y de desindustrialización, pero por otro lado, se puede ver todo un movimiento constante que hace que, incluso la idea de segundo cordón, tercer cordón, esté como siempre en discusión por ese mismo ensanchamiento de ese cuerpo vital.
Y hay muchas cosas que no se piensan, que no se suelen pensar. No se suele pensar precisamente por eso, porque hay toda una imagen o una representación de marginalidad o de pobreza o de estigmatización o peligro o de cierto extractivismo más, si se quiere, relacionado con la espectacularidad, como una especie de conurbano bonaerense, lugar de turismo, aventura, y lo que no se hace es investigar realmente un lugar que es complejísimo, que muestra realmente cómo respira, cómo se vive, cómo muta, qué le sucede al país popular, en el cual pasa absolutamente todo.
En el final del libro, en el epílogo, hay una enumeración. Me parece que la enumeración es una escritura bastante acorde al conurbano bonaerense, a su vitalidad, esta idea de los y, y, y, y, y siempre como la dificultad de poner un punto ahí y de finalizar, porque es como un mapa continuo y permanente en el que siempre se agrega algo, pero hay que evitar como congelarlo en ciertas representaciones, ¿no? Sean las estigmatizables, pero sean también las amigables. Me parece que lo que se trata es de realmente investigarlo, realmente ver qué sucede ahí con las contradicciones, con las tensiones, con las situaciones de violencia, pero también con las formas en las que se van modificando las vidas populares y muchas veces, de vuelta desde cierta lejanía y de cierta exterioridad, se ve el conurbano bonaerense como si fuese un vaso dado vuelta boca abajo y se lo intenta explicar desde esa visión lejana. De hecho, parte de la apuesta es siempre decir, bueno, investigar el conurbano es investigar la disputa al interior de lo popular, la disputa entre formas de vida populares, la disputa entre sensibilidades populares y no pensar un realismo cerrado y único que sea espectacularizable desde los peligros, las violencias y a los policías en acción o únicamente estilizado o estetizable o de consumo irónico. Entonces creo que hay ahí como una apuesta para la investigación profunda de lo que está pasando en un territorio muy amplio, muy complejo y en el cual, así como se ven los legados y lo que está sucediendo ahora con una crisis económica muy intensa, también se ven los rebusques. También se ven las maneras en las cuales las vidas populares tratan de mantenerse a flote o de tratar de ver cómo hacen para llegar a fin de mes, al final de la quincena, al final de la semana o al final del día.
¿Cómo se suma The walking conurban al proyecto ?
Bueno, con los chicos de The Walking, que generosamente hicieron un prólogo que la verdad es muy lindo, muy movilizante nació el vínculo por una nota que les hice; una de las crónicas, que si no me equivoco, es del año 2019. Era precisamente sobre el sitio. Y bueno, entre otras cosas, la verdad que fue una charla, una entrevista muy piola, muy interesante, porque, como siempre digamos, todo lo que contribuye, lo que sirve a pensar el conurbano bonaerense y los conurbanos bonaerenses como un territorio no sólo reducible a lo geográfico, sino también a lo sensible, a lo cultural, a lo político, siempre ahí como pensando todas las tensiones que se muestran en este territorio, algo de fractura social expuesta y, por otro lado, como todo lo que pasa ahí. Por un lado, bueno, me había interesado en su momento algo que también aparece en ciertos momentos y en otras crónicas, que es esta idea de mostrar un conurbano común y silvestre, como suelo decir. Yo uso la figura que hay un cinturón industrial de clichés, estereotipos, representaciones, muy pujante. Sobre el conurbano bonaerense, como que hay una fábrica de clichés. Habría que poner como algún tipo de regulación o algún tipo de impuesto para fomentar polos culturales locales, digamos, dado que esa fabriquita es tan potente en ese plano. Hay como un movimiento que permanentemente se hace entre, primero, desertificar el territorio del conurbano bonaerense (esta idea como una especie de desierto, pero con cierta prepotencia demográfica), como un imaginario del poder sobre el conurbano que es contradictorio. Por un lado, muestra eso como un lugar de cierto vacío de poder, un lugar cargado de peligrosidad, siempre como una amenaza de caos y de anomia, y por otro lado, toda una fábrica y un mercado de eso, de clichés, de prejuicio, de cierta espectacularidad que siempre atrae. Entonces, me parece interesante el laburo que hacen los chicos de correrse de ese lugar y mostrar, digamos, yo digo en alguna, creo que en la crónica que hice sobre ellos, que muestran un conurbano también de hora de la siesta, no solamente el conurbano picante, que implica esta idea de que siempre está sucediendo algo del orden de la secuencia, sino también mostrar un cotidiano del conurbano que transcurre en otro tipo de velocidad, en otro tipo de ritmo, y además de mostrar esta idea como el gran Buenos Aires (lo pongo también en el epílogo del libro) como que es una especie de infinito laberinto de espejos en donde siempre nos vamos reflejando de manera fragmentaria y tenemos barrios mellizos que no se conocen entre sí, personajes queribles de distintas localidades, pero que parecen todos formar parte del mismo imaginario, hasta anécdotas parecidas y leyendas parecidas. Por eso digo que si bien el libro transcurre en la mayoría de las crónicas en Zona Sur y muchas también en Quilmes, especialmente tranquilamente podría ser sobre el Oeste o sobre Zona Norte, o cualquier otro conurbano del país, o regiones conurbanizadas de cualquier ciudad, Hay un montón de réplicas, de resonancia, de continuidades y demás. El conurbano bonaerense y sobre todo su mayoría popular, no deja de ser una imagen a escala de lo que es el país popular. Y bueno, en el caso de los chicos de Walking, por un lado eso, me parece que el prólogo sirve como una linda excusa para retomar y continuar algo de esa crónica llamada Mirá que distintos somos, que había realizado en su momento, y por otro lado también porque hay una parte del libro en el cual también discuto representaciones sobre el conurbano o de qué manera se piensa el conurbano, entonces además de la nota ellos hay una nota un youtuber del conurbano, como él se presenta, o historias conurbanas, y también sobre la fanpage y aplicación Cosas del Roca. Hay un momento ahí en el cual también intento pensar un poco de qué manera hay cierto imaginario sobre el conurbano que lo trata de pensar. Eso me parece que también es un momento importante en varias de las crónicas.
Hay una apelación al lector constante en relación al lenguaje popular, al mundo del rock y a eso que se construye en la cultura del barrio. ¿Cómo lo laburaste?
Te agradezco Nati la pregunta porque es algo que no me suelen preguntar y que me gusta responder, porque siempre digo que hay una apuesta por ensanchar el imaginario desde el cual se puede escribir, como esta idea de un lenguaje y de lenguas populares que tienen un montón de capas en términos culturales, generacionales y que siempre se trata de hacer una mezcla entre esa visión sociológica, esa visión o ese punto de vista del que veníamos hablando, pero también una lengua que uno tiene incorporada, que es la del rock, que es un poco la cultura de la cual uno salió y sobre todo la del rock de los barrios. Me parece que de esas viejas esquinas uno ha salido, entonces es inevitable que esté un poco presente cierto imaginario que sale de ahí o de cierta cumbia y demás, y sobre todo me parece que siempre se trata de intentar una escucha amplia para también incorporar las lenguas contemporáneas, la forma en la que se habla. Hay algo del contrato, del pacto de lectura que me parece clave. Uno nunca sabe si funciona o no, pero siempre como la propuesta de que sea entretenida la lectura, sin banalizar porque muchas veces se está hablando de cuestiones que tienen algo del orden de lo dramático muy marcado, pero que no deje de entretener en el sentido de que es falsa esa idea de que solamente hay que escribir de ciertas cuestiones de la solemnidad o la seriedad academicista.
Me parece que hay algo de que se puede tener una escritura cercana o que tome cosas del ensayismo, que tome cosas de la crónica, que tome cosas de la herencia de escritura política o de intervención pública y demás, y que, sin embargo, trate ahí de moverse y de permanentemente tratar de interpelar al lector y retenerlo un ratito ahí. Esto imagino que es mucho más lo que uno intenta o es como una búsqueda permanente que lo que se logra, y después algo así más como un secreto de muchas de las crónicas que uno siempre trata de tener en cuenta es que se ofrece algo, en el caso de que sea un lector muy exterior a lo que se está narrando, se ofrece como una especie de alimento, algo para consumir que es esa misma experiencia que se intenta narrar o esa misma historia, pero en ese alimento hay que ponerle aunque sea una espinita, aunque sea hay que ponerle algo que haga que ese lector, que ese ojo se atragante un poco, se inquiete, se incomode, para dejar una pregunta resonando. No para rechazar el texto, no para alejarlo, todo lo contrario, pero que quede una pregunta, que quede una resonancia, que quede algo dando vueltas ahí que haga que no se termine la crónica en el mero estilismo o en el mero consumo de una experiencia o de una situación desconocida, sino que también quede ahí algo pinchando, algo molestando, que siempre lo que molesta no deja de ser una inquietud y un motor de inquietudes vitales para moverse, incluso de ciertos clichés o de ciertos lugares comunes, como que esta misma idea de sacar a los conurbanos y sacar el territorio conurbano de ciertas representaciones que lo fijan y lo congelan, también se puede traducir a la escritura y que no sea una escritura que únicamente se haga para el entretenimiento en la lectura, sino que además de ese entretenimiento o además del acercamiento a un drama o además del acercamiento a ciertas tonalidades más oscuras, como hay situaciones dramáticas que están, pero que siempre quede una pregunta, que siempre quede algo un poquito pinchando ahí.
La imagen de la tapa de Gonzalo muestra ese cambio que hubo y ese furor por las barberías en los barrios. Lejos de la “desprolijidad” de la que hablan, los pibes están siempre impecables…¿Cómo fue narrar estás nuevas esquinas, como denominas vos en la crónica?
Me parece que está buenísima la tapa y el diseño. Es como que sincroniza mucho con las crónicas. Hay ahí como una continuidad sensible entre texto e imágenes que está buenísimo. Y sí, me parece que justamente es una de las primeras crónicas, la de la barbería. Y fue como encontrar algo de esa figura en las nuevas esquinas. Es más, casi que se puede hacer una genealogía rápida de las últimas largas décadas y decir que primero tuvieron los fichines, después la esquina junto con la plaza y el kiosco, después vinieron los ciber y después las barberías. Más allá de que no necesariamente fue secuencial, pero casi. Y lo que uno podía encontrar en esas barberías era que realmente eran un nodo, y que sigue encontrando, Un nodo en el cual sucede todo. Por un lado esto, el despliegue por cualquier barrio, por cualquier localidad, lleno de barberías, en el cual fueron, me parece, de los primeros lugares en los que se empezó a escuchar como nuevos géneros musicales, desde trap o rap y demás. Aparece ahí con fuerza y se escucha en esos primeros lugares en donde se juntaban los pibes. Sobre todo por esto, ¿no? Porque realmente como un lugar de sociabilidad y no solo de cortes y de perfilados, de cejas y de cortes sofisticados, sino que me parece que era realmente un lugar en el cual había como cierta información sensible con respecto a cómo se iban modificando esas nuevas generaciones. Y que habitualmente no se le presta mucha atención. No se pensó mucho a las vidas pibes, a las vidas jóvenes en general, me parece, en todos estos años. Y ahí había algo de, por un lado, lo que yo llamé en varias crónicas un hipsterismo turro, digamos, que proliferó ahí en las barberías, pero que también aparece en varias otras crónicas. Algo ahí de una especie de emprendedurismo barrial, pibe y turro, que me parece que fue algo que se discutió muy mal durante el macrismo. En cambio de, se lo miró muy desde arriba, en cambio de pensar, digamos, qué estaba sucediendo ahí con esas fuerzas populares que intentaban mantenerse a flote, intentaban rebuscársela, y nada, y seguir como sosteniendo, incluso como un injerto íntimo, algo de la movilidad social ascendente, más allá de que la economía que se va ajustando te va desmintiendo esa misma pulsión.
Hubo mucho de eso, de hecho, mucho de esos mismos pibes que también aparecen en otras crónicas, de vendedores ambulantes, durante la pandemia y con los años posteriores. Hay mucho de esas incipientes modificaciones en la forma de vida de los pibes que se podían ver ahí en las barberías, y esta pregunta es clave en lo que decís también con respecto a, lejos de esa desprolijidad, para mí siempre hay un momento que se ve mucho en los pibes que la estética, la estética y la presencia, digamos, en sociedad, que va desde la pilcha hasta un buen corte de pelo, siempre está muy vinculado con lo anímico, con el bienestar anímico, y eso es algo que tampoco se suele pensar mucho, quizás yo viniendo de la vieja escuela de la idea de cierto rock y cierta cuestión así más de una estética de la desprolijidad, por decirlo de algún modo, eso es algo que cambió muchísimo en las últimas décadas. Tener plata o tener dinero para hacerse un buen corte de pelo, para estar bien vestido, para estar prolijo y demás, es algo que juega muchísimo en la dignidad y en la autoestima, entonces todo eso también se podía pensar desde ese lugar. Incluso uno de los barberos que entrevisté, que es muy conocido en zona sur, decía que además de barbero era psicólogo y además como que transmitía parte de su cultura a los más pibes. Es un mundo en el que pasa de todo, de hecho hay muchas barberías en las cuales a su vez hay pibes que van y muestran lo que están haciendo en términos musicales y también son lugares en donde se hacen tatuajes. Son como polos de estética personal, para llamarlo rápido, que crece mucho como toda esa economía de servicio, lo mismo que sucede con muchas pibas en el caso de, en lo que es trabajos como uñas y cosmética personal, digamos, y también peluquerías. Toda esa economía de servicio relacionado con la estética personal y pensarlo desde el lugar de eso, del estado de ánimo, más que únicamente desde la lógica del estereotipo del consumo o de ese lugar, sino pensar, bueno, qué pasa anímicamente cuando tenés una moneda y podés vestirte de cierta manera, hacerte un corte de pelo, hacerte las uñas. Pensar qué sucede ahí con el cuerpo. En el fondo, me parece que las crónicas no dejan de ser como una especie de registro de las variaciones anímicas de las mayorías populares.
Esta cronología es una línea de tiempo creada con un ojo político. ¿Cómo fue armar esta década que aparece en el libro?
Por un lado, es una unidad cronológica, incluso un poco forzada, porque las primeras notas son de finales de diciembre del 2013, pero tiene como esas fuerzas, tanto esas notas como las primeras del 2014, 2015, 2016, tiene mucho de, todavía esa inercia a la década ganada, hasta las últimas, que más allá del final de estallido libidinal y ese gran acontecimiento de borde infinito que fue el mundial, hay ahí un conurbano secuestrado anímicamente por el acontecimiento mundial, que es inevitable cuando uno termina de leer el libro. Sí. Inevitablemente también es una unidad política, porque me parece que lo que se muestra es cómo de a poco se va haciendo cierta contracción del consumo popular, los efectos cotidianos, concretos que tienen en las vidas laburantes y en las mayorías populares esa economía en crisis, cómo va apareciendo la inflación como guerra contra las vidas populares a nivel cotidiano. De hecho hay varias crónicas o perfiles que hasta buscan como las voces de categorías sub-50, sub-60, con esta idea de que el verdadero fondo anticíclico a veces es la memoria subjetiva, los recuerdos del aguante de otras crisis y otros momentos históricos, entonces se hace como ese de vuelta entre cincuentones y cincuentonas y las sub-40, las sub-30, las sub-20, pero de fondo está eso. Está ese ajuste incipiente y cómo se va consolidando, y a su vez cómo se va consolidando y cómo se va haciendo ese ajuste, y pensándolo no solo en términos de la relación con el trabajo, sino también lo que pasa en el mercado etílico, por ejemplo una nota sobre el Fernet, una nota sobre un after del conurbano bien precario y picante, una crónica sobre una tarde en la República de los Niños, cómo se va haciendo ese verano gasolero. Las notas que son justo las de los años de pandemia, cómo se va transformando a nivel sensible, cultural y como forma de vida, el mundo de laburantes, por decirlo así, o de vida de laburantes, pero siempre en movimiento, para tratar de mantenerse a flote. Casi como síntesis aparece, en algún momento el libro, esta idea de que es un registro de una sociedad que se va apretando sobre los cuerpos, de una economía que se va enfriando y de lo social que se va recalentando y picanteando y volviendo cada vez más denso. Me parece, incluso, lo pensaba en la relectura, que podría tranquilamente reiniciarse el libro, ir a las mismas locaciones y tratar de buscar los mismos lugares, las mismas escenas cotidianas y tratar de ver qué fue sucediendo con muchas de esas vidas en relación a sus trabajos, en relación a sus barrios, en relación a todo lo que estaba sucediendo. Pero bueno, yendo a lo específico de la pregunta, no dejan de ser años del 2013 al actual de transformaciones profundas en términos sensibles, políticas económicas del conurbano bonaerense. Incluso por eso me parece que no solo se trata de una reducción a lo geográfico, sino también como cuerpo político, como cuerpo sensible. Yo por ahí uso una metáfora muy mala de que por momentos hay crónicas que son más oscuras que son como esos objetos que nos tenemos de la costa atlántica que cambiaban, modificaban su color de acuerdo al clima o hasta incluso me parece que algunos presagiaban si se venían tormentas o no. Hay algo de eso. Hay crónicas que específicamente van mostrando cierto conurbano que se va oscureciendo y de vuelta a lo que sucede con ese plano anímico de esas mayorías populares. También hay varias notas sobre lo que sucede con fuerzas de seguridad como la policía local, que es una fuerza específica de la provincia de Buenos Aires, y también hay dos notas diferentes con varios años de distancia que muestran algo de esa transformación de la relación del conurbano en términos de lo que sucede en las avenidas comerciales, lo que sucede en los barrios, lo que sucede con vecinos y vecinas.
Pero bueno, esto también me parece importante remarcarlo. Por un lado, mostrar eso que va sucediendo en ese corte, digamos, y en esa construcción narrativa de la década, ir mostrando la crisis, por decirlo así, pero sobre todo de un lugar en el cual se ven, por decirlo de algún modo, los lugares en los cuales originalmente se respira también. Y ese cuerpo social y popular también respira. Hay una nota a las pibas de Rapipago, pero en esa misma nota también se tratan de pensar, digamos, las fugas, esos mismos momentos de precariedad, como que siempre pensando eso. No tratando de únicamente mirar desde cierta exterioridad, sino también viendo cómo se van redefiniendo las vidas populares en medio de una sociedad que se va modificando. Lo mismo, lo que sucede en una crónica sobre trabajadores de Edesur. Bueno, me parece que hay algo ahí que, o de Garbarino, los pibes y las pibas que trabajan en Garbarino, como ir viendo lo que es esas rutinas laborales que se van modificando, porque también se modifica la relación con el consumo, también se modifica el tono de lo social. También se modifica la forma de viajar. Tratar de abordar toda esa modificación profunda y ahí de vuelta me parece que hay algo de la crónica, incluso como partes anímicos, que es fundamental.
No hay comentarios:
Publicar un comentario