Los
Movimientos de Trabajadores Ocupados o la VidaMula pusieron un
Presidente. “¿Por qué no reacciona el pueblo al ajuste?”,
“¿por qué tanta pasividad?”, “¡el consumo para todos provocó
este giro a la derecha de la sociedad!”... Interrogantes y
enunciados que hablan más de un sistema de expectativas Políticas
extemporáneo –y de un lenguaje deshabitado hace rato de cuerpos y
deseos sociales– que de lo que realmente sucede; el pueblo
lucha y está híper-movilizado, los nuevos barrios están mutando
constantemente (nada más lejano a las imágenes de quietud), si todo
no estaría híper-movilizado y en continuo desplazamiento y tensión
no hubiera ganado Cambiemos. La Vida Mula implica beneficios con
lucha permanente; lucha por sostener las vidas sobre la
línea de flotación de la precariedad totalitaria; luchitas pequeñas
de todos los meses, de todos los días, de cada mañana, de cada
regreso al hogar estallado, luchitas que van cansando a los cuerpos,
luchitas imperceptibles para cierto lenguaje político, pero luchitas
que insumen cantidades inmensas de combustible psico-físico,
luchitas por gestionar los rejuntes (en el barrio, en la familia, en
el laburo), luchitas (muchas) con el engorrarse como actividad
fundante para sostener ciertos umbrales de consumo y, sobre todo, de
tranquilidad...
Anti-todo
“Antifiesta
vos sos, tenés nuevo apodo, en la aldea te gritan, ¡Anti todo!”
(Mijail
Bajtin)
La
sensibilidad y la liturgia gorrera llegaron al Palacio. La gorra
coronada: expresión Política de una sensibilidad que venía
operando desde hace un largo tiempo capilarmente en los barrios y en
la ciudad. La gorra coronada es ahora la que publicita por
arriba la “revancha”; ese espíritu que una vez gobierno “vuelve”
por abajo (habilitado y recargado), se mete en cada recoveco de la
vida social, en cada esquina de los nuevos barrios, en los verdugueos
laborales, en las conversaciones y hábitos cotidianos... Retorna
renovado, como un boomerang, retroalimentando y avivando giles
y también surfeando una sensibilidad gorruda cada vez más extensa y
sólida (por puro encarnamiento...). Como si las llamaradas se
extendieran crecidas hacia los lugares en donde se inició hace rato
la combustión. Luz verde y vía libre para el engorrarse, para los
vecinos en banda, para la policía y la gendarmería (que se sienten
como en “sus mejores épocas”, con más guita, más estado de
excepción para sus movidas), para los jefes y patrones, para los
corazones ortivas que andan sueltos por la ciudad, para los
Anti-todo...
Aunque
la fuerza anti-todo no es propiedad exclusiva de los votantes de
Macri, Cambiemos capturó estas fuerzas (lo vemos en estos meses de
gobierno...) y armó una alianza de clases. Una alianza sucia,
anti-fiesta, racista, gorruda... busca desalojar cualquier fiesta,
cerrar cualquier punto de fuga o instancia que le meta preguntas al
continuo de la vida mula. Por eso la alianza se da entre una fuerza
barrial –el realismo vecinal, que quiere acallar el ruido de lo
silvestre, el ruido de cualquier desborde, aunque eso pueda
significar menos laburo, menos guita, menos derechos en el
propio barrio (por esto es que no se trata de una fuerza conservadora
sencillamente: es una fuerza que dinamita incluso sus propias
condiciones de vida)– y una fuerza de una vida de ciudad –cada
vez más agilada y refugiada– que se veía desbordaba cada vez más
en intensidad por las dinámicas barriales.
Esa
alianza de fuerzas encontró en las imágenes de la vagancia, los
ñoquis, los mantenidos, (demonios que ya circulaban socialmente) la
excusa para barrer (o intentar hacerlo) las imágenes de desborde.
Al
ajuste hay que sincronizarlo con este plano de disputa;
complejizar de qué está hecho y sobre qué opera, sin dar por
sentado lo que depara, y sin presumir que este traerá una
reprobación social sencillamente. ¿Cómo se conecta el ajuste con
estas fuerzas anti-todo barriales? ¿Cómo se acomodan los nuevos
barrios con menos guita, menos trabajo, menos espacios, etc.?
Es
desde acá también que se entiende como “el ajuste” es el
epílogo de un consumo sin vitalidad, es su corolario: el
enfriamiento de la economía tiene éxito si viene precedido de un
enfriamiento de la vitalidad, de la intensidad que se ligaba al
consumo; las políticas de enfriamiento no caen sobre cuerpos
calientes por el consumo. Si así fuese no hubiera sido posible
“extirpar” o recortar capacidad de consumo. Durante la década
ganada el consumo implicó toda una gestión cotidiana de las
fuerzas vitales; mística, energía, aguante, rebusque, agite, pero
también engorramiento (“hay que sostener con el cuerpo lo que se
compra con las cuotas”). El agotamiento del “modelo” vino
primero en esa dimensión subjetiva, anímica, incluso antes que
material... Antes de la brutal transferencia de ingresos económicos,
existió una transferencia de energías sociales: del consumo
exacerbado hacia el engorramiento, el muleo a secas y la tranquilidad
“cueste lo que cueste”.
La
fuerza Anti-todo, por otro lado, se armó de dinámicas que
iban en contra de las experimentaciones que se abrieron en los
últimos años. Si el kirchernismo fue también la posibilidad de un
dejar hacer, de habilitar o dejar crecer (incluso a su pesar)
espacios en donde podía convivir lo heterogéneo (se vio y se sigue
viendo por ejemplo con muchos espacios laborales “estatales”:
verdaderos nodos-rejuntes de funcionarios y militantes, empleados,
mulos sin más, vagancia, cumbieros, barras, intelectuales,
estudiantes, todos precarizados, sí, pero todos ahí experimentando
–o con la posibilidad de hacerlo– qué onda, explorando posibles,
o “simplemente” desagotando –y deshabitando– el Estado de
lógicas estatales...). Si el kirchernismo fue también ese dejar
hacer, decíamos, el anti-todo también se nutre de fuerzas que
salieron expulsadas de esas dinámicas, de sensibilidades y prácticas
concretas que no lograban pasar por esos espacios del dejar
hacer, y que al rebotar (en un laburo, en un barrio, en una fiesta
barrial, en una movilización social), se refugiaban moralizando o
criminalizando esos terrenos (“aguantadores de vagos, mantenidos,
delincuentes...”).
Desde
esa sensibilidad reactiva y gorruda, desde esa posición de refugiado
se armaron y se arman combos aleatorios que incluyen pequeños o
grandes odios: pibes que van escuchando cumbia en el bondi, una
bandita que la agita a la madrugada, unas pibas que van a cobrar la
asignación familiar, un par de cooperativistas, una yegua que
grita por la televisión... lo importante no son las imágenes del
combo, sino la posición defensiva: Anti-todo.
Consenso
macrista y micro-revanchismo
El
revanchismo, como la alianza de fuerzas, se alimenta de dos fuentes.
Por abajo, con la sensibilidad gorrera que se incubó en los nuevos
barrios y que cada vez deviene más ciudad (los linchamientos en las
grandes ciudades, reacciones que aparecen ante cualquier imagen de
agite que circule en plena ciudad de Buenos Aires, el cinismo de los
pequeños jefes emprendedores verdugueando y marcando una nueva
cancha...). Todas estas escenas hablan de prácticas concretas
moldeadas en los nuevos barrios, y que puestas enserie expresan la
sensibilidad gorrera sobre la que surfean. Lo dicho: la gorra
coronada intensifica esta sensibilidad previa, haciéndola aún
más disponible en la cotidianidad, mas a mano para cualquiera... El
macrismo no inventó esta sensibilidad, pero sí la leyó como una
oportunidad de hacer máquina con un modo de vivir y una subjetividad
cada vez más hambrienta... Esta es la segunda entrada: desde arriba
el revanchismo se amplifica y legítima el engorrarse, y ese
“plus”publicitario lo hace aún más fuerte. El engorrarse, y el
revanchismo de los anti-todo son profundamente políticos (como lo es
la Vida Mula).
En
este sentido es que la gobernabilidad macrista pareciera hablar más
el lenguaje de los nuevos barrios, del continuo de la vida
mula (y los rajes y escapes a este dispositivo), de las disputas
de realismos (el realismo vecinal versus el realismo pillo), de
las “nuevas conflictividades sociales”… que el lenguaje
Político reconocido. La disputa con el macrismo sólo en el plano
del lenguaje Político reconocido (ciertas prácticas, demandas,
banderas, modos, historia, categorías…) instala un plano de
obviedad del que es difícil salir y que es poco productivo
para dar una disputa real.
La
obviedad refuerza lo evidente de un gobierno de derecha con
movimientos propios de una dictadura: ajuste, despidos,endeudamiento,
transferencia de ingresos a los grandes grupos económicos,
criminalización de la protesta y persecución política a los
militantes, avance contra las políticas de derechos humanos, etc...
Pero si la “discusión” se mantiene en ese plano, lo que se arma
es un escenario (“la coyuntura, la coyuntura”) que se aleja de
las prácticas concretas y las posibilidades reales de disputar
sensiblemente una gobernabilidad política inédita.
Por
otro lado, el realismo de la obviedad (que arma un “consenso
militante” antimacrista), recompone discursivamente un plano
pre-kirchnerista de discusiones, imágenes, politicidades que corre
el riesgo de quedar “histeriqueando” con ese realismo –y
alimentándolo– y no meterse con el hecho que Cambiemos opera bajo
otras condiciones y con otros elementos: no es solo marketing
político y/o derecha pura y dura: Cambiemos se alimentó, se curtió
y se recargó con todo un nivel político que no era leído como tal
por gran parte de la militancia de los últimos largos años... Si el
macrismo no es la continuidad del kirchnerismo, sí se incuba en los
silenciados y oscurecidos (por una percepción Política ciega...)
reversos de la década ganada. El macrismo es la expresión
política del subsuelo de la patria muleada y engorrada.
De
nuevo; el macrismo parece más una “clausura estatal” (y un
revanchismo) no hacia –o no solo– el kirchnerismo como máquina
política, sino más bien anti todo lo que en definitiva se le
escapaba al kirchernismo, todo que lo que fugaba y que el
kirchnerismo no llegaba a capturar, o que mordía a medias, o que
habilitaba en ocasiones… en fin, todo lo que el kirchnerismo (o “la
época”) dejaba hacer.
La
gobernabilidad macrista –más allá de intenciones o planes–
anuló esos espacios de libertad donde proliferaban–incluso de modo
silvestre– “nuevos derechos”, consumos irritantes para la
sociedad blanca o negra blanqueada (“tienen tres aires y
cobran los planes sociales,no laburan”), nuevas formas de vivir la
calle... (no es menor el nivel de celebración y las ganas de las
fuerzas de seguridad de salir a verduguear).
Es en
esos “ahí” a los que nos referimos, en esos márgenes en donde
se caldeaban las fugas, en donde se amasaban rajes imprevistos o no,
pero en donde había un desierto de ciertas lógicas reactivas,donde
pega con eficacia la nueva racionalidad de los Ceos. Y claro,
para copar esos espacios –físicos, pero sobre todo subjetivos,
anímicos, afectivos, sensibles– la alianza innata del
macrismo es con el realismo vecinal y las fuerzas Anti-todo que
ya estaban en guerra abierta contra esas intensidades; una guerra por
normalidad pero una normalidad no exenta de agite y movilización de
la vida, una normalidad en la precariedad; y una guerra que
obviamente era alimentada también por arriba por el kirchnerismo,
con sus lemas “paz social es igual a consumo”, con los operativos
centinela y cinturón sur, con el desembarco de la gendarmería en
los barrios periféricos, etcétera.
La
disputa…
Ajuste,
inflación y precariedad totalitaria de fondo (con sus
diferentes estratificaciones); protocolos para reprimir protestas
social y nuevas economías de la violencia barrial (gatillar
fácil, nuevas violencias entre las banditas); emergencia en
Seguridad y engorramiento previo y vecinos gorrudos; despidos
y verdugueo laboral y Vida Mula; terror económico y terror
anímico; estallidos sociales e implosiones (anímicas,
vitales, barriales, hogareñas,silenciosas);asambleas y protestas
sociales y rajes y alianzas insólitas; cuadros políticos y
silvestrismo en todas sus formas (en los pibes y pibas, en los
adultos piolas, en los militantes); organización y disidencia
Política y agite permanente y ásperas preguntas a las propias
formas de vida (esas preguntas que incomodan, que molestan,
preguntas a la adultez agilada, a la comodidad organizada, a la
verdadera quietud, la de los refugiados y mulos, las de los
cínicos...); reuniones “políticas” a plena luz del sol y
encuentros azarosos y embriagados en lo profundo de la noche;
pensar la Política y vivir vidas políticas; marchar por
despidos o por mantener los laburos y movernos permanentemente
para no ser mulos; investigaciones sobre la vida de los otros e
investigaciones a la propia vida (propia no por personal, propia
por apropiación de las afecciones a las que estamos expuestos,
propia por tomar la vida como índice de verdad y de
experimentación... siempre antes de impugnar las vidas populares
preguntarse ¿cómo vivo yo?); esperar helicópteros y
disturbios en la Plaza de Mayo y pensar de forma urgente los
quilombos y las violencias silenciosas que ocurren todos los días...
El
intento de reponer el viejo antagonismo, la testadurez –que no es
arbitrariedad– de reponer un lenguaje reconocido borra los “y”.
Con la fuerza de lo inexorable, las sutilezas y las complejidades son
barridas del nuevo escenario Político (y esto sucede por derecha y
por izquierda). Nuevamente se refuerza el cierre por arriba, la
clausura molar (por arriba no significa únicamente desde el
gobierno, sino apuntando y sincronizando lo quede “molar” tiene
cada vida, cada cabeza, cada pensamiento, cada acción). Cierre por
arriba y desaparece todo un mundo químico, amoral, abierto, barroso,
ambivalente... difícil de percibir, pero real. La derrota quizás no
es solo la política de Cambiemos conquistando todo, la derrota es
estar discutiendo todo el tiempo en un campo abstracto,
representacional, ideológico,un campo sin grietas posibles, en donde
solo queda tomar posición y disentir pero sin morder problemas
reales (aunque haya que atragantarse).
La
alianza silvestre
La
única manera de salir de la coyuntura es salir de la
coyuntura, moverse (movete dejá de joder...). Hay que
activar, investigar, agitar, armar alianzas. La apuesta de siempre:
la alianza con lo silvestre –no necesariamente con los
pibes silvestres–, con las fuerzas silvestres (rapaces,
intratables, incodificables, amorales, difusas, festivas...) que
circulan inquietando –con diferentes grados de intensidad– a la
sociedad mula en lo más profundo de la sensibildad social que la
parió, porque no se trata sólo de defender puestos de trabajo,
niveles de consumo, espacios de libertad militantes; la lucha es por
valorizar la vida de otra modo, la pregunta –más“fisiológica”,
urgente, vital que ideológica o Política– es cómo armar una
serie existencial distinta a la que propone la Vida Mula (nuestro
rechazo al macrismo es antes que político o ideológico sensible;
odiamos su propuesta de Vida...). Alianza entonces con las fuerzas e
intensidades que se desatan por ahí, en algún agite cualquiera y
anónimo (no se puede hablar de agite sin agitarla, palabra mágica
entonces; una palabra para drogar un texto y ponerle a caminar
manija...) Alianza que amplifique el ruido del agite de lo
silvestre. Alianza negra, barrosa, amoral, insólita, ambigua
para contrarrestar al ejército de gorrudos que toma el país.
Alianzas con lo que late –e inaugura otros posibles– en cada
raje, en cada movida. Alianza para no quedarse en el molde de las
pasiones tristes –el enfriamiento existencial y la falta de
vitalidad no es exclusiva de los seguidores de Cambiemos–. Alianza
con disputas y experimentaciones, fallidas o no, en esos espacios
difusos donde se juegan las continuidades y las fugas de la Vida
Mula. Alianza con lo silvestre en los pibes, pero también alianza
con todos los portadores del virus. Alianza con los pequeños y
grandes acontecimientos que tiran intensidades a la atmósfera (que
las derrochan con ganas...). Alianza con lo que siempre va
a volver (lo silvestre siempre está volviendo). Alianza para empujar
todos los recipientes que están colmados y a punto de derramar.
Macri
Gato blanco
La
gorra coronada y los anti-todo no nos gobiernan
Arriba
la vagancia
Colectivo
Juguetes Perdidos / Marzo 2016
gracias...excelente!! omar
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