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viernes, 25 de marzo de 2016

La gorra coronada 3: Los Anti todo


Un gobierno de los trabajadores
Los Movimientos de Trabajadores Ocupados o la VidaMula pusieron un Presidente. “¿Por qué no reacciona el pueblo al ajuste?”, “¿por qué tanta pasividad?”, “¡el consumo para todos provocó este giro a la derecha de la sociedad!”... Interrogantes y enunciados que hablan más de un sistema de expectativas Políticas extemporáneo –y de un lenguaje deshabitado hace rato de cuerpos y deseos sociales– que de lo que realmente sucede; el pueblo lucha y está híper-movilizado, los nuevos barrios están mutando constantemente (nada más lejano a las imágenes de quietud), si todo no estaría híper-movilizado y en continuo desplazamiento y tensión no hubiera ganado Cambiemos. La Vida Mula implica beneficios con lucha permanente; lucha por sostener las vidas sobre la línea de flotación de la precariedad totalitaria; luchitas pequeñas de todos los meses, de todos los días, de cada mañana, de cada regreso al hogar estallado, luchitas que van cansando a los cuerpos, luchitas imperceptibles para cierto lenguaje político, pero luchitas que insumen cantidades inmensas de combustible psico-físico, luchitas por gestionar los rejuntes (en el barrio, en la familia, en el laburo), luchitas (muchas) con el engorrarse como actividad fundante para sostener ciertos umbrales de consumo y, sobre todo, de tranquilidad...

Anti-todo
Antifiesta vos sos, tenés nuevo apodo, en la aldea te gritan, ¡Anti todo!” (Mijail Bajtin)
La sensibilidad y la liturgia gorrera llegaron al Palacio. La gorra coronada: expresión Política de una sensibilidad que venía operando desde hace un largo tiempo capilarmente en los barrios y en la ciudad. La gorra coronada es ahora la que publicita por arriba la “revancha”; ese espíritu que una vez gobierno “vuelve” por abajo (habilitado y recargado), se mete en cada recoveco de la vida social, en cada esquina de los nuevos barrios, en los verdugueos laborales, en las conversaciones y hábitos cotidianos... Retorna renovado, como un boomerang, retroalimentando y avivando giles y también surfeando una sensibilidad gorruda cada vez más extensa y sólida (por puro encarnamiento...). Como si las llamaradas se extendieran crecidas hacia los lugares en donde se inició hace rato la combustión. Luz verde y vía libre para el engorrarse, para los vecinos en banda, para la policía y la gendarmería (que se sienten como en “sus mejores épocas”, con más guita, más estado de excepción para sus movidas), para los jefes y patrones, para los corazones ortivas que andan sueltos por la ciudad, para los Anti-todo...
Aunque la fuerza anti-todo no es propiedad exclusiva de los votantes de Macri, Cambiemos capturó estas fuerzas (lo vemos en estos meses de gobierno...) y armó una alianza de clases. Una alianza sucia, anti-fiesta, racista, gorruda... busca desalojar cualquier fiesta, cerrar cualquier punto de fuga o instancia que le meta preguntas al continuo de la vida mula. Por eso la alianza se da entre una fuerza barrial –el realismo vecinal, que quiere acallar el ruido de lo silvestre, el ruido de cualquier desborde, aunque eso pueda significar menos laburo, menos guita, menos derechos en el propio barrio (por esto es que no se trata de una fuerza conservadora sencillamente: es una fuerza que dinamita incluso sus propias condiciones de vida)– y una fuerza de una vida de ciudad –cada vez más agilada y refugiada– que se veía desbordaba cada vez más en intensidad por las dinámicas barriales.
Esa alianza de fuerzas encontró en las imágenes de la vagancia, los ñoquis, los mantenidos, (demonios que ya circulaban socialmente) la excusa para barrer (o intentar hacerlo) las imágenes de desborde.
Al ajuste hay que sincronizarlo con este plano de disputa; complejizar de qué está hecho y sobre qué opera, sin dar por sentado lo que depara, y sin presumir que este traerá una reprobación social sencillamente. ¿Cómo se conecta el ajuste con estas fuerzas anti-todo barriales? ¿Cómo se acomodan los nuevos barrios con menos guita, menos trabajo, menos espacios, etc.?
Es desde acá también que se entiende como “el ajuste” es el epílogo de un consumo sin vitalidad, es su corolario: el enfriamiento de la economía tiene éxito si viene precedido de un enfriamiento de la vitalidad, de la intensidad que se ligaba al consumo; las políticas de enfriamiento no caen sobre cuerpos calientes por el consumo. Si así fuese no hubiera sido posible “extirpar” o recortar capacidad de consumo. Durante la década ganada el consumo implicó toda una gestión cotidiana de las fuerzas vitales; mística, energía, aguante, rebusque, agite, pero también engorramiento (“hay que sostener con el cuerpo lo que se compra con las cuotas”). El agotamiento del “modelo” vino primero en esa dimensión subjetiva, anímica, incluso antes que material... Antes de la brutal transferencia de ingresos económicos, existió una transferencia de energías sociales: del consumo exacerbado hacia el engorramiento, el muleo a secas y la tranquilidad “cueste lo que cueste”.
La fuerza Anti-todo, por otro lado, se armó de dinámicas que iban en contra de las experimentaciones que se abrieron en los últimos años. Si el kirchernismo fue también la posibilidad de un dejar hacer, de habilitar o dejar crecer (incluso a su pesar) espacios en donde podía convivir lo heterogéneo (se vio y se sigue viendo por ejemplo con muchos espacios laborales “estatales”: verdaderos nodos-rejuntes de funcionarios y militantes, empleados, mulos sin más, vagancia, cumbieros, barras, intelectuales, estudiantes, todos precarizados, sí, pero todos ahí experimentando –o con la posibilidad de hacerlo– qué onda, explorando posibles, o “simplemente” desagotando –y deshabitando– el Estado de lógicas estatales...). Si el kirchernismo fue también ese dejar hacer, decíamos, el anti-todo también se nutre de fuerzas que salieron expulsadas de esas dinámicas, de sensibilidades y prácticas concretas que no lograban pasar por esos espacios del dejar hacer, y que al rebotar (en un laburo, en un barrio, en una fiesta barrial, en una movilización social), se refugiaban moralizando o criminalizando esos terrenos (“aguantadores de vagos, mantenidos, delincuentes...”).
Desde esa sensibilidad reactiva y gorruda, desde esa posición de refugiado se armaron y se arman combos aleatorios que incluyen pequeños o grandes odios: pibes que van escuchando cumbia en el bondi, una bandita que la agita a la madrugada, unas pibas que van a cobrar la asignación familiar, un par de cooperativistas, una yegua que grita por la televisión... lo importante no son las imágenes del combo, sino la posición defensiva: Anti-todo.
Consenso macrista y micro-revanchismo
El revanchismo, como la alianza de fuerzas, se alimenta de dos fuentes. Por abajo, con la sensibilidad gorrera que se incubó en los nuevos barrios y que cada vez deviene más ciudad (los linchamientos en las grandes ciudades, reacciones que aparecen ante cualquier imagen de agite que circule en plena ciudad de Buenos Aires, el cinismo de los pequeños jefes emprendedores verdugueando y marcando una nueva cancha...). Todas estas escenas hablan de prácticas concretas moldeadas en los nuevos barrios, y que puestas enserie expresan la sensibilidad gorrera sobre la que surfean. Lo dicho: la gorra coronada intensifica esta sensibilidad previa, haciéndola aún más disponible en la cotidianidad, mas a mano para cualquiera... El macrismo no inventó esta sensibilidad, pero sí la leyó como una oportunidad de hacer máquina con un modo de vivir y una subjetividad cada vez más hambrienta... Esta es la segunda entrada: desde arriba el revanchismo se amplifica y legítima el engorrarse, y ese “plus”publicitario lo hace aún más fuerte. El engorrarse, y el revanchismo de los anti-todo son profundamente políticos (como lo es la Vida Mula).
En este sentido es que la gobernabilidad macrista pareciera hablar más el lenguaje de los nuevos barrios, del continuo de la vida mula (y los rajes y escapes a este dispositivo), de las disputas de realismos (el realismo vecinal versus el realismo pillo), de las “nuevas conflictividades sociales”… que el lenguaje Político reconocido. La disputa con el macrismo sólo en el plano del lenguaje Político reconocido (ciertas prácticas, demandas, banderas, modos, historia, categorías…) instala un plano de obviedad del que es difícil salir y que es poco productivo para dar una disputa real.
La obviedad refuerza lo evidente de un gobierno de derecha con movimientos propios de una dictadura: ajuste, despidos,endeudamiento, transferencia de ingresos a los grandes grupos económicos, criminalización de la protesta y persecución política a los militantes, avance contra las políticas de derechos humanos, etc... Pero si la “discusión” se mantiene en ese plano, lo que se arma es un escenario (“la coyuntura, la coyuntura”) que se aleja de las prácticas concretas y las posibilidades reales de disputar sensiblemente una gobernabilidad política inédita.
Por otro lado, el realismo de la obviedad (que arma un “consenso militante” antimacrista), recompone discursivamente un plano pre-kirchnerista de discusiones, imágenes, politicidades que corre el riesgo de quedar “histeriqueando” con ese realismo –y alimentándolo– y no meterse con el hecho que Cambiemos opera bajo otras condiciones y con otros elementos: no es solo marketing político y/o derecha pura y dura: Cambiemos se alimentó, se curtió y se recargó con todo un nivel político que no era leído como tal por gran parte de la militancia de los últimos largos años... Si el macrismo no es la continuidad del kirchnerismo, sí se incuba en los silenciados y oscurecidos (por una percepción Política ciega...) reversos de la década ganada. El macrismo es la expresión política del subsuelo de la patria muleada y engorrada.
De nuevo; el macrismo parece más una “clausura estatal” (y un revanchismo) no hacia –o no solo– el kirchnerismo como máquina política, sino más bien anti todo lo que en definitiva se le escapaba al kirchernismo, todo que lo que fugaba y que el kirchnerismo no llegaba a capturar, o que mordía a medias, o que habilitaba en ocasiones… en fin, todo lo que el kirchnerismo (o “la época”) dejaba hacer.
La gobernabilidad macrista –más allá de intenciones o planes– anuló esos espacios de libertad donde proliferaban–incluso de modo silvestre– “nuevos derechos”, consumos irritantes para la sociedad blanca o negra blanqueada (“tienen tres aires y cobran los planes sociales,no laburan”), nuevas formas de vivir la calle... (no es menor el nivel de celebración y las ganas de las fuerzas de seguridad de salir a verduguear).
Es en esos “ahí” a los que nos referimos, en esos márgenes en donde se caldeaban las fugas, en donde se amasaban rajes imprevistos o no, pero en donde había un desierto de ciertas lógicas reactivas,donde pega con eficacia la nueva racionalidad de los Ceos. Y claro, para copar esos espacios –físicos, pero sobre todo subjetivos, anímicos, afectivos, sensibles– la alianza innata del macrismo es con el realismo vecinal y las fuerzas Anti-todo que ya estaban en guerra abierta contra esas intensidades; una guerra por normalidad pero una normalidad no exenta de agite y movilización de la vida, una normalidad en la precariedad; y una guerra que obviamente era alimentada también por arriba por el kirchnerismo, con sus lemas “paz social es igual a consumo”, con los operativos centinela y cinturón sur, con el desembarco de la gendarmería en los barrios periféricos, etcétera.
La disputa…
Ajuste, inflación y precariedad totalitaria de fondo (con sus diferentes estratificaciones); protocolos para reprimir protestas social y nuevas economías de la violencia barrial (gatillar fácil, nuevas violencias entre las banditas); emergencia en Seguridad y engorramiento previo y vecinos gorrudos; despidos y verdugueo laboral y Vida Mula; terror económico y terror anímico; estallidos sociales e implosiones (anímicas, vitales, barriales, hogareñas,silenciosas);asambleas y protestas sociales y rajes y alianzas insólitas; cuadros políticos y silvestrismo en todas sus formas (en los pibes y pibas, en los adultos piolas, en los militantes); organización y disidencia Política y agite permanente y ásperas preguntas a las propias formas de vida (esas preguntas que incomodan, que molestan, preguntas a la adultez agilada, a la comodidad organizada, a la verdadera quietud, la de los refugiados y mulos, las de los cínicos...); reuniones “políticas” a plena luz del sol y encuentros azarosos y embriagados en lo profundo de la noche; pensar la Política y vivir vidas políticas; marchar por despidos o por mantener los laburos y movernos permanentemente para no ser mulos; investigaciones sobre la vida de los otros e investigaciones a la propia vida (propia no por personal, propia por apropiación de las afecciones a las que estamos expuestos, propia por tomar la vida como índice de verdad y de experimentación... siempre antes de impugnar las vidas populares preguntarse ¿cómo vivo yo?); esperar helicópteros y disturbios en la Plaza de Mayo y pensar de forma urgente los quilombos y las violencias silenciosas que ocurren todos los días...
El intento de reponer el viejo antagonismo, la testadurez –que no es arbitrariedad– de reponer un lenguaje reconocido borra los “y”. Con la fuerza de lo inexorable, las sutilezas y las complejidades son barridas del nuevo escenario Político (y esto sucede por derecha y por izquierda). Nuevamente se refuerza el cierre por arriba, la clausura molar (por arriba no significa únicamente desde el gobierno, sino apuntando y sincronizando lo quede “molar” tiene cada vida, cada cabeza, cada pensamiento, cada acción). Cierre por arriba y desaparece todo un mundo químico, amoral, abierto, barroso, ambivalente... difícil de percibir, pero real. La derrota quizás no es solo la política de Cambiemos conquistando todo, la derrota es estar discutiendo todo el tiempo en un campo abstracto, representacional, ideológico,un campo sin grietas posibles, en donde solo queda tomar posición y disentir pero sin morder problemas reales (aunque haya que atragantarse).
La alianza silvestre
La única manera de salir de la coyuntura es salir de la coyuntura, moverse (movete dejá de joder...). Hay que activar, investigar, agitar, armar alianzas. La apuesta de siempre: la alianza con lo silvestre –no necesariamente con los pibes silvestres–, con las fuerzas silvestres (rapaces, intratables, incodificables, amorales, difusas, festivas...) que circulan inquietando –con diferentes grados de intensidad– a la sociedad mula en lo más profundo de la sensibildad social que la parió, porque no se trata sólo de defender puestos de trabajo, niveles de consumo, espacios de libertad militantes; la lucha es por valorizar la vida de otra modo, la pregunta –más“fisiológica”, urgente, vital que ideológica o Política– es cómo armar una serie existencial distinta a la que propone la Vida Mula (nuestro rechazo al macrismo es antes que político o ideológico sensible; odiamos su propuesta de Vida...). Alianza entonces con las fuerzas e intensidades que se desatan por ahí, en algún agite cualquiera y anónimo (no se puede hablar de agite sin agitarla, palabra mágica entonces; una palabra para drogar un texto y ponerle a caminar manija...) Alianza que amplifique el ruido del agite de lo silvestre. Alianza negra, barrosa, amoral, insólita, ambigua para contrarrestar al ejército de gorrudos que toma el país. Alianzas con lo que late –e inaugura otros posibles– en cada raje, en cada movida. Alianza para no quedarse en el molde de las pasiones tristes –el enfriamiento existencial y la falta de vitalidad no es exclusiva de los seguidores de Cambiemos–. Alianza con disputas y experimentaciones, fallidas o no, en esos espacios difusos donde se juegan las continuidades y las fugas de la Vida Mula. Alianza con lo silvestre en los pibes, pero también alianza con todos los portadores del virus. Alianza con los pequeños y grandes acontecimientos que tiran intensidades a la atmósfera (que las derrochan con ganas...). Alianza con lo que siempre va a volver (lo silvestre siempre está volviendo). Alianza para empujar todos los recipientes que están colmados y a punto de derramar.
Macri Gato blanco
La gorra coronada y los anti-todo no nos gobiernan
Arriba la vagancia



Colectivo Juguetes Perdidos / Marzo 2016

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