Páginas

miércoles, 20 de marzo de 2013

Criminalización



Los malvenidos
(Una pequeña crónica sobre muertes anunciadas y tragedias de la época).  


La secuencia es la de un pibe y una piba empujados a protagonizar una guerra que no es de ellos. La kiosquera, de 17 años, trabajando por dos mangos un sábado a la noche; la vienen a robar, y todo parece ser un asalto violento más… pero la piba saca una picana e intenta atacar al chorro. El chorro (también pibe, que bien podría ser un vecino de ella, o un ex novio o un familiar o un amigo...) dispara entonces, y la mata. Luego, el montaje final; videografh urgente, movileros in situ, indignación popular, pedidos de seguridad, pueblada.

¿Pero qué pasa si desarmamos a fondo la secuencia del asalto y crimen en Junín, qué encierra este drama?

Cualquiera tiene (o quiere tener) el derecho a ponerse la gorra. El derecho a activar el poder de policía, el poder (post) soberano de dar muerte, de no dejar vivir. En un gesto que atraviesa las disputas entre clases, cualquiera puede ser policía, justiciero, propietario, etc.
Yo quiero ser policía y propietario (aun de lo que no me pertenece)”, parece ser el lema de muchas vidas hoy. (Policía y propietario, como el dueño del Maxikiosco, quien aparentemente les dejó la picana y el gas pimienta a los empleados del local).

¿Qué es lo que hace la piba al intentar picanear al pibe chorro? ¿Qué es lo que estaba defendiendo? ¿Armada para defender a la sociedad que le da la espalda y la confina a laburar en un maxikiosco? ¿Proteger y defender la propiedad (ni siquiera estaba el jefe o dueño del negocio), llevando al paroxismo el mandato del buen trabajador?
¿Es que empuñar el arma valoriza una vida que es, a priori, impotente, destinada a la nada o a la repetición de los días como laburante (una vidita)? ¿Tomar la picana esconde el deseo de la piba de valorizar su vida (valorizarla en términos de “buena ciudadana”, introyectando la moral esclava, metiéndose en la discusión y el desafío actual que es la inseguridad, esa guerra silenciosa…)?

Mirándola bien, la escena del asalto al kiosco pone frente a frente a dos muertos vivos: el pibe, malvenido, ya desde siempre un casi muerto (vida desvalorizada al fin y al cabo) para la sociedad; pero también la piba, trabajando en el kiosco por poca plata, teniendo que cuidar bienes ajenos. Lo que hay que pensar entonces son esos dos crímenes sociales previos. Y es ahí en esos crímenes donde está involucrada la sociedad toda.

La pueblada posterior al asalto y muerte, es una protesta sobre el segundo crimen, no sobre el fundamento y el trasfondo de esa muerte que es el primer crimen de ambos jóvenes.
La sociedad enfrenta y pone en bandos antagónicos a dos pibes que previamente asesinó. Dos soldados de una guerra que no les pertenecía. La indiferencia social, como lógica de la equivalencia, ya había decretado previamente que ambas vidas no valían nada, y con esa operación las igualaba en un crimen primario. Cuando la sociedad protesta luego del asalto por el crimen segundo, es porque ya está impotente, castrada, imposibilitada para percibir los crímenes anteriores. Crímenes fundantes (y no solo aniquiladores o indiferenciadores) porque esos fundan una comunidad-consumidora (con discursos progresistas o fascistas) que reacciona temerosa y se defiende, una sociedad capaz de colocarle el fierro al pibe y la picana a la piba (a las armas no las carga el diablo…); una sociedad que pacta y reasegura la división de vidas y destinos: las que importan y las que no. La protesta de la ciudadanía también miente en sus expresiones; es mentira que la vida de la piba importaba y la del pibe chorro no (“por asesino”). A la piba (como al pibe) también la habían asesinado antes. Y esas dos muertes-primeras son lo no pensable de este presente…

Por eso la pueblada de los junineses (y tantísimas otras, que se suceden ante hechos semejantes) es una protesta de la ciudadanía castrada; los pibes ya tenían la muerte como fija para la sociedad, sólo era cuestión de tiempo, sólo sobrevivían como empleados-soldados de una guerra ajena (una guerra que viene en frasco chico, y que está hecha de muchos tipos de soldados y “soldaditos”…).
La pueblada en torno al segundo crimen de Karen ya venía con esa marca subjetiva de no querer ni poder pensar el primer crimen de ambos chicos. Entre tanto ruido, se hace insoportable el silencio de la sociedad, de la comunidad, sobre los modos de vida de los pibes que se mal-encontraron en ese kiosco y que bien podrían haberse encontrado luego en una bailanta, o en una esquina cualquiera de Junín para hacer cosas mejores que dispararse o intentar picanearse… o en el mismo puto Maxikiosco un mismo sábado a la noche, pero para tomarse una birra y cagarse de risa. Algo anda muy mal con los destinos de los pibes y pibas, y todo queda tapado por los ruidos ensordecedores de esa guerra social de superficie, por las luces de los móviles de TV, por los plasmas encendidos en los hogares...

Volvamos a la pueblada: ¿cuáles son sus signos? Patrullero dado vuelta y quemado, Banco, Tribunales y Municipalidad apedreadas… Sobre movidas así no se pueden montar automáticamente discursos fáciles securitarios. Tampoco son asociables a priori a una imagen potente de lo destituyente o de revuelta. Con tanto humo el bello fiero fuego no se ve. Las consignas eran muy difusas. Un ejemplo: aquella de “no a la cárcel” de los junineses; no era gritado a la manera de la izquierda, sino que cárcel ahí era igual a quilombo, a inseguridad, a familiares de presos que van a Junín de visita, etc. A la vez, ninguno de ellos (como ningún argentino) desconoce el infierno que es un penal (hacinamiento, malos tratos, mafias organizadas por el propio poder penitenciario… una verdadera fábrica de inseguridad).

Lo de Junín debe poner en primer plano la necesidad de una transformación radical de la sensibilidad social. La urgencia de repensar, por abajo, desde abajo, los destinos posibles que circulan (en especial el de los pibes y pibas), preguntarse cuánto soportamos por la puta guita, patear el tablero del consumo, e intentar por fin, una verdadera protesta contra los crímenes silenciosos pero fundantes de nuestra buena ciudadanía…

2 comentarios: