LA REVISTA DE FUTBOL MENOS PERIODISTICA DEL MUNDO.
Extractivismo Pasional. Mecanismos de extracción de plusvalía pasional, con sus lacayos pre-cadáveres, y un combate difuso pero sostenido que dan los tráficos de vibra futbolera por abajo. ¿Hay una futbolidad clandestina ante el imperio mediático? ¿Cómo puede Fernando Niembro ser tan desagradable?
Pensando la marca Boca. ¿Se puede convertir un deseo infinito e inexplicable en un capital de mercadeo pasional? El futbol como marca global, igualador universal, ¿somos clientes de la bocha?
Canten, putos! ¿Para que vinieron? Piano y guitarra acústica, cantos de cancha versionados; música de colores, y un departamento dos ambientes tribunizado…
La Larga Marcha de River. La bandera de largo record como excusa para una tribunización de la ciudad; las calles de los barrios chetos enfiestados por el modo de vida pibe: una crónica carnal atenta a lo que los códigos mediáticos no pueden ver.
La gran estafa (securitista). La “violencia en el futbol” es violencia en los negocios, y los incidentes y enfrentamientos armados son, casi sin excepción, internas de barras. Aun así los dispositivos de seguridad y los discursos mediáticos siguen partiendo del supuesto de combates entre hinchas rivales: una Gran Estafa.
Jugadorismo reloaded. Ante el protagonismo pibe-jugadoril, la “gestión de grupo” aparece como el saber futbolístico más caliente de la época. ¿Qué modos son los más ricos? Entre la inteligencia de Alfaro, la escolaridad de Pepe Romero y la filosofía superior del Loco Bielsa.
Entrevista a Menotti: “La heladera en la cocina y el inodoro en el baño”. El anciano manantial de saberes del exquisito deporte nacional comparte algunas de las síntesis que ha elaborado en su vida de observador experimental. Ilustraciones de Facundo Gorostiza.
Charla con el Chalo Panatoni, segunda entrega. Nuestro querido Chalo sigue ventilando la cocina de los conflictos micropolíticos del vestuario de Metalense.
Querer (o no querer) a Román. Introducir una concepción disidente del manejo de la pelota en el futbol nacional no puede no ser conflictivo. ¿Hay efectos geométricos, en las canchas hoy, del juego riquelmeano? Y: ¿Qué quieren los que no quieren a Román?
Editorial N2: Extractivismo pasional:
¿Cómo es posible que Fernando Niembro sea tan asqueroso? Tan nocivo a nuestra sensibilidad; seboso, sonrisón y exitista, se calienta obscenamente cuando locuta publicidades, y nada ostenta tanto como su instinto sagaz de asimilamiento -loa y amistad- con el poder que vaya pintando. Funcionario menemista y pregonero del macrismo, hay sin embargo quienes reúnen esas dos condiciones y son menos nefastos. Niembro, miembro al decir de los amigos, en el sentido de miembro del mal como tendencia de placer, inunda las transmisiones de los partidos esparciendo sus opiniones (por llamarlas de alguna manera) sobre lo que pasa y lo que debería pasar en el partido, en la conducta del juez (juez juzgado), en el accionar policial, en la vida de tal jugador, en la gestión de los clubes, en la propia ciudad.
Soportamos aún a tipos como Niembro, que no es el único miembro de su estirpe; Marcelo Araujo es uno de los nexos entre el orden noventista y el actual, orden estético, semiótico, institucional-futbolístico, empresarial-político. Un Araujo reversionado, pero lo reversible es la condicion pendular del continuismo entre los noventa y nuestro tiempo, como dice el amigo Basílico. Apoyado en su condicion de “marca” (voz marca, nombre marca, cara marca), Araujo repetidamente relata partidos sin saber los nombres de la mitad de los jugadores; cuando juegan a los toques cortos, apenas los nombra. Socios en su escuela de periodismo, Araujo y Niembro son, con varios otros pre-cadáveres, una muestra de cómo la ancianidad se cuelga del futbol. Remota distancia entre la tensión de estar jugando y los pliegues que asoman bamboleantes sobre trajes duros como armazones…
Soportamos aún a esta ancianidad (ancianidad parasitaria, no vejez noble) que tamiza de fealdad y malicia nuestro encuentro con la belleza y la pasión, y esto a pesar de que el fútbol argentino vive un momento de recambio de mitos y de iconos, de desplazamientos conflictivos (con idas y vueltas y…) de sus placas mitológicas: ¿Por qué no caen también estos viejos chotos?
Es desde esta clave que puede comprenderse el movimiento por una refundación identitaria de la subjetividad riverplatense –imaginando un paso del acento inconformista y exigente a uno incondicionalista y aguantador. Pero también desde ahí puede entenderse que la idolatría boquense se sostenga en la figura de Juan Román Riquelme aun luego de que lo tratase a Maradona de “ese muchacho”: ahí se ha corrido un núcleo de obviedad, un indiscutible; un punto sagrado que Román fue y mostró que ya no era tal: que la coincidencia entre el capital idolátrico xeneise y la idolatría por el Diego ya no era plena. En el desplazamiento de la figura del Diego por supuesto participa la demorada ascendencia de Messi, que ya ocupa espacios (del contexto cognitivo, de la vida de los pibes) que, si no hubiera aparecido, mantendríanse del Diego.
En las condiciones para la mitologizacion de Messi contamos por supuesto la parquedad pétrea de Alejandro Sabella (a Messi no le viene mal el despeje de camino, dado lo liso de su personalidad pública fuera de las canchas; el Diego en cambio siempre fue igual de explosivo dentro y fuera del campo).
Pero esa levedad de la presencia del DT de la Selección es también efecto de un corrimiento en el foco de consideración de lo importante, de lo determinante, del futbol: el jugadorismo. Nunca importó tan delicadamente “la salud del grupo” para el rendimiento en las canchas. No es que alguna vez haya sido materia poco determinante: sino que ahora la “salud del grupo” como tal es a priori un problema, a la vez que crecen los casos de “determinación” de los jugadores del modo de juego del equipo. Riquelme ejemplo claro en Boca; Sabella atendió al deseo de Messi de jugar con dos delanteros por delante (Sabella está más cerca del abuelo con afecto honrado que del padre castrador…). Otro ejemplo de jugadorismo puede verse en que River, cuando se fue a la B, haya elegido a Almeyda para continuar en el grupo pero con el buzo de DT. Y también en los conflictos, como la salida de Domínguez y Cavenaghi de River (o la de Riquelme de Boca), vemos el poder jugadoril –por las reacciones que despierta.
¿Puede entenderse al jugadorismo como una autonomía de la cooperación productiva? El equipo –cuando alcanza salud de equipo- en conflicto con las formas de gobernarlo (periodístico-mediáticas, pero también institucionales y tácticas).
Hace diez años se hablaba del corrimiento del foco de atención desde el campo de juego hacia las tribunas. La hinchada como espectáculo último; el juego instrumentalizado como recurso por el auto-festejo de un espectador arrogante…. Acaso el jugadorismo ocupa un espacio habilitado por la retirada de aquel tipo de protagonismo de aguante hinchista.
En ese sentido, el retraso del hinchismo, propiciado por rufianes en la cancha y por la política familiarista y societarista que avanza sobre nuestro fobal en la tele y los clubes, también es “alentado” por la industria mediática de la farándula futbolera.
Vivimos un escenario que resulta picnic para el periodismo jetón: para el lobbysmo, para el puterío, para horas y horas de emisiones y páginas y páginas de textos donde el futbol es tratado como la excusa en torno a la que pivotea la rica materia del chisme, el espectáculo de la vida, el cotilleo y la rosca.
Pero lo peor es que el lobbysmo frívolo se nutre de un combustible que no es otra cosa que plusvalía que extraen de la pasión multitudinal.
Ahora bien, el jetoneo mediático sólo puede hacerse de la plusvalía de la pasión multitudinal en un entramado donde, mientras son híper estimuladas desde un régimen de banalidad, nuestras pasiones futboleras son relegadas al estatuto de lo poco serio.
La banalización es la condición para la explotación mediático-mercantil de la energía-pasión futbolera. La máquina mediático-mercantil desdobla esa energía, al banalizarla, y nos la devuelve, como un espejo siniestro, ya bastardeada. Entonces estamos ahí, nos atraviesa, nos hablan, lo consumimos, pero sabemos que no es eso lo que buscamos ni lo que conecta con nuestras ansias. El “secuestro” (de los goles), pasa no sólo o no tanto por una cuestión de derechos de televisación (aunque sí, y mucho…) sino además por este “extractivismo pasionario”.
La pelea, en ese sentido, no se agota en las denominadas leyes de fútbol que, desde 2009, hicieron posible Programas de Estado como el Fútbol para Todos.
El periodismo adherido a la subjetividad mediática produce una temporalidad. Necesita fagocitar todo para tener de qué hablar sin parar. Y al excremento de lo fagocitado vuelve a deglutirlo para volver a proferir y regurgitar…
En medio de la guerra por la atención, es difícil salir a hablar de futbol. Es difícil precisamente por cuán fácil, o mejor dicho por la híper abundancia y la saturación del habla y el espectáculo futbolero.
Pero distinguimos entre el automatismo fagocitador de los grandes aparatos mediáticos (y sus miembros), y las tomas de palabra que son auto-organización de grupos que deciden tomarse un poco mas en serio esa locurita que les pasa con el fóbal. La pasión ya no es algo que solo pasa: es algo que permite organizarnos para tramitarse en condiciones más propias. Con, por ejemplo, una temporalidad propia, sustraída del ritmo del “deber ocupar espacio”: cada un par de meses un asado, una charla, una revista. Un estado de atención mutua siempre latente.
Entre la verborragia vacía, y la bocha de saberes y pensamientos e invenciones vitales que se esconden, se guardan, ante la coronada banalidad -saberes de vidas futboleras cuya mas alta dignidad existe y se reproduce en una suerte de masividad clandestina para los ojos aparateados de la época-, entre esa obviedad fatal y esa vibra dispersa, ponemos esta revista.
De Pies a Cabeza, colectivo editorial
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