2001 y la separación de los redondos: ¿Agotamiento o interrupción?
En el 2001 se separan Los Redondos. Pero una cosa es
la disolución de una banda por agotamiento,
y otra muy diferente es cuando la banda se termina por “interrupción” o
“parálisis”. La hipótesis de la interrupción
en lugar del agotamiento plantea un
escenario más complejo para la historia ricotera.
Porque con la separación de Los Redondos se
interrumpe algo… pero esa interrupción no significó la pérdida o la evaporación
de las fuerzas y de las energías ricoteras (esta noche es testimonio en vivo de
esto. Por cierto, una noche que hay que recuperar…).
Algo de esto lo fuimos viendo, por ejemplo, en
algunos recitales del Indio Solari solista, pero también en muchos otros
recitales de bandas de rock que toman la impronta ricotera, también en
recitales de las bandas de los amigos, y en tributos a los Redondos (desde
aquellos que tocan los temas de una manera más “textual”, hasta las propuestas
que interpretan de otra manera los temas –como la sinfónicas ricotera por ejemplo
o las orquestas tangueras).
Todos ellos, en su medida, son momentos en los que
se pone en juego de alguna manera una memoria ligada a la experiencia ricotera,
una lealtad a Patricio Rey y a sus rituales.
Reponer la fiesta ricotera tiene sus riesgos (además
de sus placeres): porque armar fiesta ricotera nos muestra en la jeta las
mutaciones de esas preguntas que se desplegaban en las “misas redondas”. ¿Qué
hay del auto-cuidado hoy en día? ¿Qué salud tienen las “zonas autónomas” que se
desplegaban en los recitales de los redondos? ¿Cómo es la relación con el
consumo, con la ciudad, con la policía? ¿Qué noción de la fiesta es posible
elaborar? ¿qué de lo popular se pone en juego? Todos estos son interrogantes y
problemas que los recitales de Los Redondos plantearon durante sus casi diez
años de masividad.
¿Qué se
vuelvan a juntar?, ¿Qué no se vuelvan a juntar?
(Entre la nostalgia y la reapropiación)
¿Que no se vuelvan a juntar?, ¿Que se vuelvan a
juntar? Es verdad que si se reduce el pedido de retorno al indio y a Skay se
cae en una postura bastante reactiva, no solo porque los (re)posiciona como
autores, y como individuos… (cuando sabemos que Patricio Rey es y fue otra cosa),
sino también porque nos reduce a nosotros a "demandantes" o a algo
así como ricoteros que se volvieron consumidores insatisfechos. Además, nos
deja en una posición de nostalgia y de cultura “retro” que puede tapar nuevas
búsquedas.
Asumir que no vuelven, o correr a un costado esa
pregunta por la “vuelta” o no, capaz que nos empuja a generar otras cosas
(quizás se trata de hacer el duelo y ya).
Pero también, y he aquí la ambiguedad que nos
atraviesa, vemos que estos pedidos de que vuelva PR pueden tener una potencia
interesante. Potencia que aparece cuando ese pedido de que se vuelvan a juntar
viene acompañado de toda una movilización de fuerzas vitales y sociales (donde
no solo están las “ganas”, sino también el armado de movidas). Ahí la cosa es
distinta… El grito en esos casos se corre de la pura nostalgia o anhelo de restitución de lo perdido, y se
contagia de potencia colectiva, que no es otra que la de Patricio Rey.
Cuando en los recitales del Indio Solista, donde
somos miles los ricoteros enfiestados, se sigue pidiendo que se vuelvan a
juntar, también se da algo extraño que es ejemplo de lo que venimos diciendo:
porque lo que se grita colectivamente puede ser un: “ojo, esto es un recital del Indio, esto no son los redondos. Lo
disfrutamos, si, cómo no hacerlo, pero no somos tontos, el Indio es un
individuo, y Los Redondos son otra cosa”. La franela no es como la gamuza.
Esta noche
esta encantador
Pero del laberinto se sale por arriba. Armar una
noche como la de hoy, totalmente autoorganizada, donde las bandas amigas vienen
a tocar temas ricoteros, donde nos encontramos y activamos una evocación activa
y una producción concreta (escribir, imaginar una obra de teatro, pensar
canciones, pasarla bien, venir hasta acá de barrios lejanos...). Acá mismo poco
importa el cantito de que vuelvan o no, lo importante es que estamos acá y que
es desde nosotros mismos desde donde se genera la fiesta: de los redondos para los redondos.
Después de diez
años, Patricio Rey sigue comiéndose nuestro dolor. Por eso, destinamos una
noche a invocarlo. Y lo sabemos: el espectro de Patricio Rey no estaciona en
cualquier cuerpo y no acude a cualquier llamado.
Diez años después de la separación, en el tramo
final de un año sin recitales del Indio, entre nostalgias y búsquedas de lo
nuevo, entre rechazos de las modas retornistas y anhelos de vueltas imposibles,
entre capturas mediáticas y políticas por
arriba y la vitalidad y vigencia por abajo, el ricoterismo sigue
latiendo.
Porque como hubo interrupción y no agotamiento, hubo
diferentes re-apropiaciones de lo ricotero… las externas a la movida ricotera,
las del mercado (que se ve en expresiones del espectáculo, en publicidades de
empresas, en los “productos en torno al rock”,etc). También las que son “por
arriba”, con el discurso actual en torno
a la juventud…
Pero también están las reapropiaciones hechas por
los propios ricoteros: ¿que hicimos y que hacemos con Patricio Rey? Nosotros,
por ejemplo, lo sentamos en la mesa de un colectivo y grupo de amigos, y nos
hicimos cargo de una canción para nombrarnos; Juguetes Perdidos, un himno
generacional. Pero también nos hicimos cargo de un acontecimiento doloroso que
nos marcó como generación. En estos diez años, también –y sobre todo- pasó Cromañón.
Pensar, crear, intervenir, enunciar
desde nuestra noche más oscura. Porque después de Cromañon, el dolor anido en
la fiesta roquera (aunque muchos prefieren y prefirieron hacerse los boludos…)
Siempre buscamos excusas para generar climas
ricoteros… recitales, juntadas con amigos, movidas donde nuestras percepciones
se transfiguren, capturadas por la embriaguez ricotera, y vivamos un como si que al toque deja de ser ilusión y pasa a ser
un gesto activo. Eso lo aprendimos con Patricio Rey y es lo que le robamos.
La frase deviene certeza; ciertos fuegos no se
encienden frotando dos palitos, y no se apagan con solo soplarlos. Vaya si lo
hemos aprendido, tanto, que pasa el tiempo y seguimos jugando con las mismas
llamas…
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