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martes, 27 de junio de 2017

En el ojo de huracán*

*nota publicada en la Revista Crisis
Jorge y Mirta cobran la jubilación mínima y para mantenerse atienden además una pequeña verdulería ubicada en lo que en otra época fue el garage de una vivienda familiar. Hasta acá sus nombres y sus historias podrían ser carne para algún coach político duranbarbiano, pero la atmósfera densa y lúgubre del barrio no está para esos boludeos.
Son más de las seis y media de la tarde de un viernes caluroso y las calles están casi desiertas. “Acá llegan las siete de la tarde y no queda nadie”. Mientras su mujer atiende a una vecina, Jorge –mostrando intacto un viejo reflejo de clase– liga de modo imprevisto la inseguridad con el ajuste: “Yo no quiero hablar de política, pero con lo que está pasando en el país se encareció todo. Vos sabés que cuando sos un padre de familia y no tenés trabajo... ¿qué vas a hacer? La gente no tiene plata, acá lo ves, te entran a la verdulería y te compran una zanahoria, una papa”. Casi superponiéndose, Mirta relata excitada una hazaña de kung-fu que protagonizó una pareja de ancianos de acálavuelta, “se pelearon con los chorros y él le pegó un tiro a uno, creo”, y justifica a coro con Jorge que por-todo-lo-que-está-pasando fueron a la plaza del barrio esa noche, “a hacer presencia, a reclamar que hagan algo”.