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jueves, 15 de marzo de 2012

Notas sobre el acontecimiento de Once.

1.Una secuencia del horror. El plano televisivo muestra ambulancias de SAME, policías, cuerpos en camillas, movileros, bomberos… La silueta de la imagen de la “tragedia” de Once se recorta sobre el fondo del recordatorio urbano de Cromañón. Y el fuera de foco –o el trasfondo de todas las imágenes– es la precariedad. Nuevamente un videograph al que nos acostumbramos: muerte en la ciudad.
Muertes que hacen crujir la pantalla y hacen visible la raíz precaria de toda vida que se despliega en la urbe…
No es casualidad la cercanía física de los dos acontecimientos; Once es una de las arterias de ingreso al circuito urbano. Es uno de los pasos de frontera a la ciudad. Los muertos de la estación –como la mayoría de los pibes de Cromañón- provienen del conurbano, de barrios, localidades, ciudades de residencia que se vuelven camas para descansar unas horas y volver a gastarse en la ciudad. La urbe demanda la energía corporal y psíquica de cuerpos (laburantes pibes y viejos, doñas y estudiantes, cazadores del dinero diario…) para alimentar los circuitos del trabajo y el consumo. Once es un nodo de la precariedad, un punto sensible atravesado por nervios a flor de piel, cuerpos a todo ritmo y ánimos agotados…
A la ciudad vamos a trabajar, a estudiar, a consumir… y también a morir.